David Millar, el pasado junio en Barcelona. / MASSIMILIANO MINOCRI
"David Millar (Malta, 1977) está verdaderamente preocupado por los
efectos tristes que ha tenido el dopaje históricamente sobre su deporte y
sus deportistas, y muestra su interés por evitar que siga
perpetuándose. Lo hace en una charla en Barcelona justo una semana antes
de que empezara el Tour. Ahí, en el Tour, volvió el viernes a ganar una etapa nueve años después.
Pregunta. En español la palabra periodismo rima con
cinismo, y sobre todo los periodistas solemos pensar que cuando un
ciclista escribe un libro sobre su experiencia, sobre el dopaje,
es o porque quiere ganar dinero o porque busca una redención ante el
público, es decir, por motivos oscuros. ¿Usted qué buscaba?
Respuesta. Una de las razones por las que quería
hacerlo ahora, que sigo siendo ciclista profesional, era evitar eso: el
cliché de retirarse y contarlo todo. Y pensé: “Si escribo el libro
ahora, tengo que estar a la altura de lo que escriba, porque sigo en el
pelotón”. La otra razón era que me parecía que mi historia era buena.
Pensé que era hora de que la gente entendiera el deporte un poco mejor,
porque hay tanto cinismo que quería escribir un libro que fuera
optimista pero contando la verdad. Muchos de estos libros son cínicos y
pesimistas, y yo quería que, al terminar el mío, la gente supiera que
hay y ha habido problemas, pero que hay una solución y las cosas están
cambiando. (...)
P. ¿Cree que, para poder seguir disfrutando con
libertad, todos los ciclistas que han tenido un lado oscuro deben salir a
la luz o que, si no, seguirán siendo esclavos de su pasado?
R. Creo que en mi generación hay muchos ciclistas que no tuvieron la opción de contar la verdad,
de contarlo todo. Si no me hubiera detenido la policía, nunca habría
dicho nada. Quizá algún día se lo habría contado a mi familia o a mis
amigos, pero el precio de contarlo públicamente habría sido demasiado
alto.
En muchos sentidos fue una liberación que me detuvieran y que me
dieran la oportunidad de contar la verdad. Espero que mi libro ayude a
muchos de los ciclistas de mi generación a explicarles a su familia y
amigos por lo que han pasado sin tener que revelar su historia.
P. ¿Qué piensa de Armstrong?
R. Es un tío raro, es distinto de todos los demás
ciclistas, deportistas y del resto de las personas. Creo que es una pena
que sea una historia interminable, porque, con dopaje o sin él, es uno
de los mejores ciclistas que ha habido. Y, por desgracia, forma parte de
la generación equivocada y del periodo equivocado de este deporte.
Parece que nunca llega a cerrar del todo esa herida; eso es lo que tiene
el tema de Armstrong.
P. ¿Y qué siente por él: compasión, simpatía, desprecio…?
R. No lo sé. No llego a entenderle del todo, porque
creo que ahora se esfuerza más en los entrenamientos de triatlón que
cuando era ciclista profesional. Así que es en plan: “Tío, déjalo ya”.
P. ¿Y qué cree que siente él?
R. Creo que para él debe de ser difícil. Por muy
fuerte que sea, tiene que resultar agotador. En ese sentido me da pena,
porque creo que en algún momento la cosa tiene que llegar a su fin para
que no se vuelva loco. (...)
P. Su presencia en Londres es simbólica en dos
sentidos: personalmente, porque su caída fue justo antes de Atenas y
volver a unos Juegos es lo máximo; y, por otro lado, tanto por la
proclamación del ciclismo limpio como por el hecho de que la segunda
vida, se vive más intensamente que la primera, ¿no?
R. Sí, si alguien me hubiera dicho en 2000, cuando
estaba en los Juegos de Sidney, lo que me iba a pasar en los próximos 12
años, se me habría caído el mundo encima. Así que imaginarme que iba a
ir a Londres 12 años más tarde como un deportista que se ha dopado en el
pasado y pasar por lo que he pasado los últimos ocho años me habría
resultado muy chocante, pero creo que para mí tiene más importancia que
para muchos otros participantes.
Espero que envíe un mensaje positivo,
que se pueden cometer errores, volver y ser mejores personas. Es un
ideal olímpico, si alguna vez ha habido alguno.
P. Eso puede significar dos cosas: o que sigue
haciendo lo de antes y miente o que el ciclismo ha cambiado y estando
limpio se puede estar al primer nivel.
R. Creo que el deporte ha cambiado. La prueba más
fehaciente es que Ryder [Hesjedal] haya ganado el Giro. Somos muy
amigos, está en mi equipo, confío en él al 100% y sé que está limpio.
Así que si un ciclista limpio puede ganar la carrera más reñida del
mundo —que, para mí, es el Giro— es un indicador muy fiable del punto en
el que se encuentra este deporte. Y espero que podamos creer que el
ganador de este Tour está limpio, que es algo que hasta hace bien poco
casi nadie pensaba que fuera a pasar, porque el ciclismo estaba muy mal. (...)
P. Curiosamente, con Hesjedal y ahora Wiggins parece que la limpieza tiene que venir de los países anglosajones, ¿no?
R. Como nos metimos en este deporte más tarde, hay
una actitud moderna y unas técnicas modernas. Y estos atributos resultan
muy útiles en el ciclismo moderno, que es limpio.
Por desgracia creo
que muchos de los países tradicionales del ciclismo tienen una cultura
tan antigua, con una generación tan antigua de entrenadores y de formas
de entrenar, que todavía no se han adaptado al nuevo deporte.
P. ¿Cómo fue para usted regresar al ciclismo en el Saunier Duval, un equipo con tantos conflictos?
R. Difícil. Creo que lo que me salvó fue el hecho de
que mis compañeros fueran simpáticos, que fuera un buen equipo. Que se
dopen no quiere decir que no sean simpáticos, así que es muy complicado.
Me di cuenta de que no podía cambiar nada, y eso me hizo pensar de una
forma distinta.
Pero, por suerte para mí, conocí a Jonathan Vaughters
casi al mismo tiempo, a finales de 2006, y eso me dio esperanza. Seguía
corriendo con Saunier Duval, pero tenía la cabeza en otro sitio en el
que podía cambiar las cosas, porque pensaba: “Aquí no puedo hacer nada,
no puedo cambiar Saunier Duval, así que corre ahí, haz tu trabajo, y con
tu nuevo equipo intenta cambiar las cosas”. (...)
P. En sus años negros hubo un médico español al que
no cita en su libro. En el caso Armstrong se habla de médicos españoles.
¿España es el paraíso?
R. No, no necesariamente. Creo que hace 10 años
Italia y España eran los dos países en los que… Puede que los italianos
lo empezaran con su ciencia del deporte e introduciendo la EPO, pero
entre los españoles no está tan extendido.
Quizá esos médicos aparezcan
en la lista, pero eran los médicos del US Postal. Así que creo que es
una pena que Italia y España hayan adquirido una reputación tan mala
porque en realidad eran solo unos pocos médicos los que lo estaban
haciendo. Pero se podría decir que eran los mejores.
P. Los menos escrupulosos, ¿no?
R. Sí, ese sería el adjetivo más exacto. Eran unos
tíos muy raros para ser médicos deportivos y hacer esas cosas. Se
trataba de dinero, de poder, del ego… Veían ganar a su ciclista y
pensaban que ganaban ellos también.
P. ¿Por qué es tan malo el dopaje?
R. Porque no quiero que lo que me pasó a mí le pase a
otro chico, porque creo que lo que siempre me ha sacado de mis casillas
es el hecho de que empezara a doparme. No debería haberlo hecho. Si
hubiera tenido a las personas adecuadas a mi alrededor y la cultura
deportiva hubiera sido distinta, habría estado protegido frente al
dopaje.
Y casi acaba conmigo. Estuve muy cerca de la destrucción total y
pasé mucho tiempo deprimido, hice que mi familia tuviera miedo… Así que
esa es la principal razón: que quiero asegurarme que otro chico como yo
no pase por lo mismo.
P. ¿Un ciclista es libre para hacer lo que quiera con su cuerpo?
R. No. Jiménez, Pantani y Vandenbroucke hicieron lo
que quisieron con su cuerpo y se les fue la cabeza. Esos profesores y
filósofos que viven en su torre de marfil pueden decir lo que quieran,
pero cuando lo has vivido y cuando has visto lo que les hace a los
corredores, es horrible. No solo afecta al cuerpo, sino también a la
mente.
P. Justo lo de Jiménez y Pantani fue en diciembre de
2003, febrero de 2004… Su liberación fue en junio. ¿Qué pensó cuando
murieron?
R. Sí, vi lo que les había pasado, la espiral
descendente en la que se había convertido su vida, y me di cuenta de que
me estaba pasando lo mismo: no puedes dormir, tienes que tomar
somníferos, sales más de fiesta, intentas escapar, estás constantemente
tratando de encontrar una vía de escape.
Así que yo decidí dejar de
doparme en 2003, después del Mundial, y luego me di cuenta de que había
tomado la decisión correcta cuando me enteré de la muerte de Pantani y
de Jiménez. Fue una época muy oscura del ciclismo, y la gente no llega a
relacionarlo del todo.
P. Ellos acabaron con problemas de cocaína. No sé si se utilizaban esas drogas sociales para salir del infierno de las otras o…
R. No, eso es lo que pasa: si estás tomando EPO,
cortisona o testosterona, no duermes mucho porque siempre estás activo,
así que te tomas somníferos y te vuelves adicto a ellos.
Luego muchos
toman antidepresivos para estar animados para correr, y te vuelves un
monstruo químico, y tu mente y tu cuerpo no están diseñados para eso. Es
más complicado de lo que la gente suele pensar.
P. Me acuerdo de que cuando ganó una etapa en
Santander, en una de sus primeras Vueltas, al día siguiente buscaba a
Botero para que le firmara un autógrafo en un maillot del Kelme para su
hermana. Y luego le pilló de pleno la Operación Puerto…
R. Sí, era un tipo magnífico, pero es paradójico en
muchos sentidos. En muchas ocasiones nada es blanco o negro: hay gente
buena que toma malas decisiones porque no están en el entorno adecuado. Y
hay que mostrar cierta empatía hacia ellos, no se les puede juzgar a la
ligera.
P. Pero hay un espíritu censor: el que ha pecado una vez ha pecado para siempre.
R. Sí, por eso el libro: porque quiero que la gente
entienda que los deportistas que se dopan son seres humanos. Así que
porque hayan cometido un error, no se les puede encasillar en dicho
error de por vida.
P. ¿Cómo ve a los periodistas que escribimos sobre
lo grande que ha sido David Millar en Sidney o en los Mundiales de
contrarreloj y, después, cuando da positivo en dopaje, decimos: “¡Qué
mentiroso es David Millar!”?
R. Creo que hubo una época en la que los periodistas
no querían saber la verdad, no indagaban lo suficiente, y eso también
formaba parte del problema: que había cierta negación en todos los
niveles del deporte, desde la UCI hasta los propietarios de los equipos,
los patrocinadores, los periodistas…
Pero es difícil encontrar el
equilibrio adecuado, porque por experiencia sé que, a la hora de
escribir, quieres héroes e historias y necesitas villanos. Eso es lo que
a la gente le gusta leer.
Y sería estúpido pensar que cuando eres una
persona pública y cometes un error, cuando te conceden un gran
reconocimiento y alcanzas el éxito, no puedas disfrutarlo y te enfades
cuando te convierten en un villano por haber cometido un error. Es el
precio que hay que pagar. (...)" (
Carlos Arribas
, El País, 15 JUL 2012 )
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