"Los medios de comunicación y los centros de poder económico y
político de Europa tratan de hacer creer que las dificultades para
llegar a un acuerdo con Grecia provienen de las exigencias y de las
malas prácticas de este país y que es la posición del nuevo gobierno
heleno lo que justifica que sea tratado con intransigencia por sus
socios europeos, con Alemania a la cabeza.
Lo cierto es, sin embargo, que Grecia ha cumplido a rajatabla las
imposiciones de la troika pero que éstas se han mostrado como un
completo fracaso para recuperar la economía, disminuir la deuda y
mejorar la vida de las personas, lo que justificaría que se iniciara un
camino diferente.(...)
Además, lo que está planteando el nuevo gobierno no es sino tratar de
encontrar fórmulas que permitan hacer frente a estos problemas de una
manera más efectiva y no haciendo oídos sordos a los compromisos
anteriores sino replanteándolos.
Y a ello se une que lo que necesita
Grecia para salir adelante es un montante de recursos o una generosidad
de los demás realmente ínfimos si se comparan con los que se han
dedicado hasta ahora a los bancos o incluso a economías mucho más
prósperas como la alemana. (...)
Por eso creo que lo necesario para entender la intransigencia de la
señora Merkel y de sus aliados no es mirar tanto a Grecia sino
precisamente a Alemania y a lo que viene sucediendo con su economía en
los últimos tiempos. (...)
En ese sentido, hay tres factores que en esos momentos están influyendo decisivamente en la estrategia alemana.
En primer lugar, que el comercio mundial se está resintiendo fuertemente y no solo con carácter coyuntural. (...)
Eso significa que las economías exportadoras, como la alemana, van a
tener en los años venideros muchas dificultades para lograr los mismos
ritmos de crecimiento que en etapas anteriores.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que las exportaciones
alemanas están cambiando de destino en los últimos años. En 1990, el 50%
de ellas se destinaba a los países que ahora forman la zona euro y en
2014 solo el 40%. (...)
En tercer lugar, hay que considerar también que la propia situación
interna de la economía alemana está cambiando. Otro artículo publicado
en diciembre pasado por el departamento de investigación del Banco
Nacional de París (BNP) Paribas (Inflexible Allemagne) mostraba al
respecto que, además de problemas futuros por la caída en el comercio
internacional, Alemania se encuentra ante dos retos internos de gran
envergadura.
El primero, el envejecimiento creciente de su población,
que la ha convertido en el segundo país del mundo (tras Japón) con más
porcentaje de población mayor de 65 años, el 21% —por cierto, por haber
dificultado mucho la compatibilidad entre la maternidad y el desarrollo
de la carrera profesional de las mujeres—. Algo que puede producir,
entre otras cosas, una caída muy fuerte en su tasa de ahorro interno en
los próximos años.
Además de eso, Alemania viene descuidando en los últimos años la
inversión interna —la privada ha caído 7 puntos en los últimos 20 años y
la dedicada a infraestructuras públicas es un 30% menor que la media de
la OCDE—, lo que hace que hoy día presente unas carencias muy
importantes.(...)
Lo que está ocurriendo, por tanto, es que el futuro para Alemania no
será tan halagüeño, que no le resultará tan fácil obtener excedentes
exteriores, que su focos de interés comercial van a dejar de estar en
sus socios del euro —a los que parece que ya ha exprimido del todo—, y
que va a tener que dedicar mucha más atención que hasta ahora a sus
problemas y demandas de inversión internas.
Alemania no va a tomar la iniciativa para romper el actual statu quo
del euro porque eso se vería como una agresión en toda regla al proyecto
europeo. Pero sí va a imponer con más rigidez que nunca condiciones
frente a los terceros que ya no considera socios de interés o de
preferencia.
Y no le importará, por tanto, apretar la soga hasta que no
les quede otro remedio que rendirse o autoexcluirse del euro. Alemania
ya mira sobre todo a un nuevo eje europeo de referencia con Francia y
Polonia.
Es por eso que no esperan buenos tiempos dentro del euro a
países como Grecia, España, Portugal, Chipre o incluso Italia. Lo
sensato sería que todos ellos se empezaran a plantear si se conforman
con ser invitados de piedra o simples comparsas de un euro diseñado en
favor de Alemania o si tienen en común algo más que ser despreciados por
esta gran potencia." (Juan Torres López, Público, 23/02/2015)
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