19.5.15

Los economistas neoclásicos con su política de desregulación, de privatizaciones, y flexibilización de precios y salarios, son culpables de la mayor crisis desde la Gran Depresión. ¡Pero ahí los tienen, erre que erre!

"(...) Me voy a centrar en uno de esos tópicos manoseados, muy especialmente por economistas neoclásicos. La necesidad de reformas estructurales para reactivar las inversiones productivas. Voy a ser suave, ni idea de lo que hablan.

Cuando escucho a un economista hablar de reformas estructurales, les debo reconocer que se me hiela la sangre. Un ejemplo cercano, son las “reformas estructurales” emprendidas por el actual ejecutivo. 

Sus técnicos comerciales, tan listos ellos, pensaban que con el abaratamiento del coste de los factores productivos –devaluación salarial y menores costes financieros– se reactivaría el ciclo de inversión productiva, que atraeríamos inversión directa extranjera

 La realidad es muy distinta, y al final optaron por lo de siempre, crecer en base a burbujas, turismo, servicios de muy baja calidad, y todo ello con más deuda, eterna deuda.

En este contexto, déjenme introducir una carta reciente de Laurence Fink, presidente de BlackRock, en la actualidad la mayor gestora de fondos del mundo, a los directores ejecutivos –CEOs- de las principales compañías del planeta. 

En primer lugar advertirles que sus ideas no son desinteresadas, simplemente tratan de proteger su negocio. El análisis subyacente de la carta es que los mercados financieros globales están sobrevalorados, que a los precios actuales los retornos ex ante a largo plazo serán negativos. 

Ya saben nuestra apuesta, la gran mentira de la expansión monetaria emprendida por los Bancos Centrales solo genera burbujas, desigualdades, y al final pobreza. ¿Saben ustedes que les pasará entonces a los bancos, compañías de seguros, fondos de pensiones privados, cuando estalle la burbuja actual? Ya no habrá dinero público para rescatarlos.

 En la carta, el presidente de BlackRock destaca la importancia de que las empresas adopten un enfoque de largo plazo para la creación de valor. Critica la presión incesante cortoplacista que origina la proliferación de accionistas que buscan resultados inmediatos, de corto plazo. Según Fink no se fomenta la inversión a largo plazo, solo la especulativa.  (...)

Ante estas presiones, los líderes corporativos han respondido con acciones que pueden ofrecer resultados inmediatos a los accionistas, tales como recompras de acciones o aumentos de dividendos, mientras que no han invertido suficientemente en innovación, mano de obra especializada o gastos de capital necesarios para sostener el crecimiento a largo plazo”. ¿Tremendo, verdad?

Para completar, en la carta se sugiere la necesidad de utilizar políticas públicas para incentivar el largo plazo. Concretamente, afirma “Creemos que los líderes gubernamentales de todo el mundo, con un esfuerzo concertado de los inversores y las empresas deben actuar para favorecer políticas públicas que fomenten el comportamiento a largo plazo. Creemos que la política fiscal de Estados Unidos, tal y como está, incentiva el comportamiento a corto plazo.” 

En realidad lo que detalla y propone el señor Fink supone reconocer el fracaso de la política económica actual, el fracaso del mantra de la maximización del valor de la acción, el fracaso de las políticas de oferta, el fracaso de la actual política monetaria destinada a genera inflaciones de activos, el fracaso de la política fiscal dedicada a incentivar la financiarización de la economía global. 

Por eso hay que decir ¡basta ya! Basta de publicitar en medios de comunicación ideas y teorías falsas, y encima sugerir que no hay alternativas.

Fracaso de la ortodoxia económica

En realidad esta carta pone de manifiesto el fracaso más absoluto de la ortodoxia económica dominante.  (...)

Pero aún así tenemos que soportar diariamente como se publicitan teorías e hipótesis falsas. En realidad, ideas como la maximización del valor de la acción, la fe ciega en la eficiencia de los mercados de capitales y en la perfecta racionalidad de los inversores, espolearon toda una corriente económica, política y académica que, entre otras cosas, defendió a toda costa la desregulación, las privatizaciones, la flexibilización de precios y salarios, y unos modelos de remuneración salarial de los ejecutivos absolutamente ineficientes, injustos, favoreciendo un masivo fraude contable. 

Las consecuencias ya las conocemos todos: la mayor crisis económica sistémica desde la Gran Depresión. ¡Pero ahí los tienen, erre que erre!"              (Juan Laborda, Vox Populi, 06/05/2015)

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