"El 29 de abril de 2010, Eric Woerth, entonces Ministro del Gobierno francés, explicaba con todo cinismo por France Inter:
“Ayudando a Grecia nos ayudamos a nosotros mismos. Los 6 mil millones [de euros prestados por Francia a Grecia] no provienen de la caja del Estado. Se toman prestados [en los mercados financieros] a un interés del 1,4 o 1,5% y se prestan a los griegos al 5% aproximadamente. De manera que nosotros ganamos en la operación. Es bueno para el país, es bueno para Grecia y sobre todo es bueno para la zona euro. Hay que tranquilizar a los mercados. Siempre es así, hay que tranquilizar a los mercados [...] hay que tender una red pública de seguridad”.
Antes de pagar, renegociar o reestructurar una deuda hay que proceder a
auditarla para establecer qué parte es legítima y que parte no. Por
ejemplo, si no se ha incrementado con intereses usureros, con intereses
sobre los intereses (anatocismo) y si su mismo origen no es el resultado
de operaciones fraudulentas (deudas simuladas, contraídas por
particulares que después asume el Estado) o contraídas por gobiernos
autoritarios o dictatoriales para gastos improductivos y/o suntuarios o
que va a parar total o parcialmente a las cuentas particulares en
paraísos fiscales de los funcionarios de turno, etc.
Existe un mecanismo perverso del capital financiero dominante y los
líderes políticos a su servicio, que hace de la deuda un círculo vicioso
que no cesa nunca y que permite a ese capital absorber de manera
improductiva, parasitaria y permanente una buena parte del producto del
trabajo de los pueblos de todo el mundo. (...)" (Alejandro Teitelbaum, Alainet, en Jaque al neoliberalismo, 27/06/2015)
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