28.4.16

¿Qué pasó en Asturias?

"(...) ¿Qué pasó en Asturias, que de ser un ­elemento histórico de vanguardia fue cayendo hasta convertirse hoy “en un país pequeñín de gente grandona”? El siglo XX fue el suyo, para bien y para mal, y como bien dice el poeta Cuesta en el libro de ­marras, “aunque se luche, siempre quedan insultantes, los estandartes de la derrota”. 

Un envejecimiento de la población ga­lopante, una emigración adolescente que le retira la savia para poder recuperarse. Una auténtica sangría demográfica, con el abandono del oriente y el occidente de la comunidad y una concentración es­pasmódica en el triángulo Oviedo-Gijón-Avilés.

Pero lo más llamativo es que allí, en esa tierra que fue decisiva en aquello que se daba en llamar la clase obrera, durante la república y la dictadura posterior, todo se ha convertido en un verde erial lluvioso, una clase política, maridada por el PSOE, siempre hegemónico desde la transición y subvencionado para que la minería ob­soleta se hiciera cliente de casino y sus hijos candidatos a los bajos fondos. 

Los más ­audaces se fueron, pero no como antaño, por hambre, sino porque el país estaba en caída potencial, animada por una casta política feliz de sentirse tan aislada. Las montañas en ocasiones sirven de para­peto.

Apenas un millón de habitantes que no parecen interesar ni a las grandes figuras de la política, ni a los medios, ni a empresarios que no traten de esquilmar al Estado a costa de prestar ayuda en la caída. 

No hay precedentes en la historia de España que el secretario general del sindicato SOMA-UGT, el sindicato minero que reunía a sus líderes una vez al año y que nutría de votos al partido que le subvencionaba, Fernández Villa, un más que probable confidente de la policía franquista, se hizo una fortuna y se colocó un millón y un pico de 400.000 euros ¡en Suiza!, y arrambló con otros 400.000 euros de su propio sindicato. Puestos a evaluar, cabría considerarle el Rodrigo Rato de la clase obrera.

La ampliación del muelle de Gijón, la más inútil y torticera operación económica de otro listo, en este caso pasado del PCE al PSOE, Tini Areces. Miles de millones. Como el tal Riopedre, y el caso Marea, o la estafa a los institutos manipulando partidas de material educativo a los chavales para llegar a estafar cerca de cuatro millones de euros, lo que tratándose de un excura y excomunista, pasado al PSOE, tiene hasta su morbo. 

Y el faraónico Niemeyer de Avilés cuya única aportación distinguida, amén de un edificio muerto para que los adolescentes patinen, consiguió que el hijo del jefe conociera a Brad Pitt, ahí es nada. Otro delirio sobre la herrumbre.

No importa, el aislamiento alivia la ofensa. Asturias queda muy lejos, tanto que los talentos universitarios de la economía astur aseguren entre sonrisas la genialidad del país: como nadie está pendiente de nosotros, podemos decir y hacer lo que no venga en gana. Que el portavoz del PSOE, Fernando Lastra, curtido en mil batallas sin otra victoria que la supervivencia, llame a la líder del PP asturiano “¡anarquista!”, y en sesión parlamentaria; eso en Barcelona o Madrid sería superior a un chiste de El Roto.

El mediocre trepador Juan Vázquez, exrector de la universidad y actual asesor del presidente de la comunidad, Javier Fernández, expresó de manera chusca, al estilo de esa Asturias irreductible a su propia ruina: “El asturiano ya se mueve en esta clave: vive en Oviedo, trabaja en Gijón, va al museo en Avilés y toma unos ‘culetes’ de sidra en Mieres”.  (...)"                     (‘Delirios de la herrumbre’, de Gregorio Morán,  La Vanguardia, en Caffe Reggio, 23/04/16)

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