"Los medios de comunicación norteamericanos han dado al voto británico
contra la permanencia en la UE una cobertura cual si se tratara de
populismo “trumpista”, un inarticulado sufragio derechista nacido de la
ignorancia de quienes han sido dejados atrás por la política neoliberal
de crecimiento económico. (...)
Lo que queda fuera de esa narrativa es que hay una buena razón para oponerse a la pertenencia a la UE. (...)
La cuestión es: ¿a quién hay que arrebatarle el control para
recuperarlo? No sólo a los “burócratas”, sino también a las normas
pro-bancos y anti-trabajo incorporadas en los tratados de Lisboa y de
Masstricht que configuran la Eurozona. Un alegato nacionalista, pues:
“leyes británicas para ayudar al pueblo británico”.
El
problema real no es sólo que los burócratas hagan las leyes, sino la
clase de leyes que hacen: austeridad pro-banca y anti-trabajo. A los
gobiernos nacionales se les ha arrebatado la política fiscal y de gasto
público para dejarla en manos de las entidades bancarias. Que insisten
en la austeridad y en el recorte de las pensiones y de los programas de
gasto social.
Los tratados de Maastricht y de Lisboa
–junto con la Constitución alemana— privan a la Eurozona de disponer de
un banco central capaz de gastar dinero para revivir la economía
europea. En vez de trabajar para sanar la economía y sacarla de la
deflación por deuda en que ha caído desde 2008, el Banco Central Europeo
(BCE) financia a los bancos y obliga a los gobiernos a salvar de
pérdidas a los tenedores de bonos, en vez de condonar los fallidos
amortizados. (...)
Lo que solía ser la izquierda socialista se ha mantenido en silencio
ante el hecho de que hay muy buenas razones para que la gente diga que
este no es el tipo de Europa de la que quieren formar parte. Se está
convirtiendo en zona yerma. Y no puede ser “democratizada”, a menos que
se cambien los tratados de Lisboa y de Maastricht en los que se funda y a
menos que se elimine la oposición de Alemania a un gasto público que
sería la única posibilidad de recuperación para España, Italia, Portugal
o Grecia.
A la vista del creciente resentimiento
experimentado por los “perdedores” del neoliberalismo –el 99%—, lo que
resulta más notable es que sólo los partidos nacionalistas derechistas
hayan criticado el neoliberalismo de los EEUU y el TTIP. Los otrora
izquierdistas partidos socialistas de Francia y España, los
socialdemócratas alemanes, los socialistas griegos, etc., han aceptado
el programa neoliberal y pro-finanzas de austeridad y debilitamiento de
sindicatos obreros, salarios y pensiones.
He aquí el enigma: ¿cómo es posible que partidos originariamente pro-trabajo se hayan convertido en partidos anti-trabajo? (...)
los antiguos partidos de izquierda se han anquilosado y han renegado
de sus orígenes pro-trabajo para pasar a apoyar el thatcherismo, la
privatización, los presupuestos equilibrados y la austeridad pro-bancos.
Rechazando a Marx, se han apuntado a la Nueva Guerra Fría.
Hay
otra economía europea posible. Pero no puede construirse sobre sus
actuales fundamentos. Es necesario romper la eurozona para reconstruir
una Europa pro-trabajo. " (Michael Hudson
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