"(...) ¿Cuál cree que es el motivo del crecimiento de opciones
neofascistas en Europa, y que pueden darse tras la victoria de Donald
Trump?
Durante mucho tiempo en Europa, tanto los partidos de centro
izquierda, digamos socialdemócratas, como los partidos de centro
derecha, liberales o conservadores, han compartido un horizonte
postpolítico.
Un horizonte según el cual en Europa habíamos llegado a un
desarrollo tal que ya no hacían falta las grandes ideologías, ya lo que
hacía falta eran matices sobre cómo obrar en un asunto o en otro, pero
gobernar era un asunto técnico y se habían acabado las grandes ideas.
La
utopía conservadora de una democracia sin pueblo triunfó, hay una
democracia de consumidores y de votantes, pero no hay pueblo, no hay
gentes que se emocionan juntas, que tienen una visión hacia el futuro y
que creen que comparten una historia, no hay comunidad.
No hay
política sin identidades fuertes y cuando ocurrió la crisis de los
sistemas políticos, por el desprestigio de los políticos, por la
corrupción, por la erosión de las condiciones de vida que ha supuesto la
globalización neoliberal, esas poblaciones no han encontrado entre los
partidos políticos tradicionales ningún canal para expresar las
incertidumbres, pero fíjate que no diría fundamentalmente económicas,
porque hay opciones populistas de derechas en sitios donde la crisis no
ha golpeado particularmente: es sobre todo el anhelo de comunidad, el
expresar que a mí, por el hecho de ser ciudadano de un país, alguien me
va a cuidar, va a cuidar de mí.
Los partidos políticos
tradicionales no ofrecían nada y las formaciones políticas de izquierdas
han renunciado a darles una explicación. En primer lugar, han
renunciado a sus países, les ha parecido que reivindicar la identidad
nacional de sus países era una cosa muy conectada con las derechas, y en
algunos casos como en España hay razones históricas.
Yo soy de una
generación que cuando me incorporo a militar para nosotros no existe el
espacio nacional, existe la ciudad y la globalización. Así que existe
militar en Madrid y luego irte de contracumbre a Génova.
Entre medias,
no hay países. Hay como barrio, barrio, barrio, barrio y el planeta, y
entre medias nada, el espacio nacional se abandona y en muchos sitios
los proyectos progresistas son incapaces de ofrecer una alternativa a
una parte de los perdedores que tienen miedo e incertidumbre pero, sobre
todo, tienen hambre de proyectos comunitarios y se produce una fractura
jodida entre perdedores de la globalizacización en un cierto repliegue
nacional identitario.
¡Joder! cuando no tengo claro qué soy, por lo
menos soy francés, y se produce una fractura con las élites, a menudo
unas élites progresistas, cada vez más cosmopolitas y que les encanta el
espacio europeo porque viajan, viven en diferentes ciudades, hablan
diferentes idiomas. Donde no hay fuerzas de izquierda capaces de
levantar una idea de patria diferente lo capitaliza Le Pen, Orban o el
FPO en Austria.
Owen Jones decía que el principal responsable es la izquierda en
el surgimiento de los neofascismos. Y Nigel Lawson, que era el ministro
de finanzas de Thatcher, aseveró que era un drama que el verdadero
sucesor de Thatcher y de los conservadores fuera Tony Blair. ¿Qué peso
ha tenido la socialdemocracia en esa asimilación de los pensamientos
conservadores y neoliberales para el surgimiento de estos neofascismos?
Yo creo que mucha (...) Tony Blair se parecía más a su homólogo en el partido Torie que al
anterior dirigente laborista.
La victoria hegemónica fundamental no es
cuando tú impones tus tesis, sino cuando incluso el adversario te las
tiene que comprar para competir contigo. Ahí creo que está bien
definido, sobre todo porque es un proyecto que desarma a la
socialdemocracia, no desarma a los conservadores.
Los conservadores
siguen donde siempre habían estado y la socialdemocracia se desplaza a
un terreno en el que pierde todas las batallas. No sólo las pierde, sino
que incluso cuando las gana está en el estado como si fuera un
inquilino.
Cuando los partidos de centro izquierda ganan elecciones se
comportan, en relación a su estado y su sociedad civil, como si
estuvieran de prestado (“Hemos ganado las elecciones, si no les importa
queremos cambiar unas cosas pero que no se molesten ustedes mucho
que…”).
Hay toda una parte de victoria ideológica y cultural de los
conservadores, pero también es verdad que se hunde un modelo de
pertenencia y de ciudadanía basada en el trabajo fijo que dotaba de
identidad, quiero decir: cuando el Frente Nacional está arrasando en los
barrios populares donde antes, por ejemplo, ganaba el Partido Comunista
de Francia…
Triunfa con los hijos de los que tenían ese trabajo fijo…
Claro,
es que el padre tenía una identidad asociada al empleo. Porque si tú
eras fresador, ser fresador te decía algo de quién eras tú en tu vida.
Pero los hijos no se definirían a sí mismos por el lugar que ocupan en
el mercado de trabajo, porque ese lugar o es cambiante o es una mierda o
no produce orgullo.
Hay sólo tres cosas trascendentes en la historia de
Europa que han sido capaces de producir ese gran nosotros: la clase, la
religión y la patria. La religión para los católicos cada vez está
menos disponible, pero para los musulmanes en absoluto: sigue siendo una
idea de trascendencia. La clase y el movimiento obrero lo han sido
durante mucho tiempo.
Yo creo que hoy no lo son. De hecho, sobre
todo no lo son para los perdedores de la globalización. Aquí tenemos una
paradoja sociológica que es que la clase erotiza sobre todo a quienes
no pertenecen a la clase trabajadora. Si te coges el CIS y consultas qué
vota la gente, los más castigados en España son los que sostienen el
bipartidismo, por edad, por el tipo de provincias donde votan.
¿Qué
queda? Queda la pertenencia nacional y de la pertenencia nacional
nosotros nos hemos apartado porque nos parecía un arcaicismo o porque
nos parecía esencialmente reaccionaria. Claro, eso le ha dejado todo el
campo libre a fuerzas reaccionarias.
Es verdad que es un discurso que pone a discutir a los penúltimos contra
los últimos y que organiza y cohesiona la comunidad contra los más
pobres, contra los que vienen de fuera, contra los que tienen la piel
diferente, pero también apunta a las élites europeas y también recupera
un discurso soberanista contra la Troika que deja sin espacio al resto
de fuerzas de izquierda.
Yo creo que en España pasó al revés y es un
motivo de orgullo nacional. En España llegó el 15-M antes. Entonces la
construcción de una cierta identidad popular de los perdedores se hizo
con un sentido progresista y no con un sentido reaccionario.
Y a lo
mejor si las plazas no se hubieran llenado no se hubiera producido esa
mutación en el sentido común de época que ha hecho que aquí no haya
habido espacio para la extrema derecha. Es verdad que la explicación
tradicional es “aquí no hay fascismo porque está en el PP”. Pero yo creo
que en el PP lo que está no es un fascismo en un sentido
antioligárquico, antiélites, lo que hay es el franquismo sociológico.(...)
Hay quienes reivindicamos la patria para reivindicarla contra los
banqueros y no contra los negros, lo digo muy a lo bruto, creo que eso
es lo que le cierra el espacio al fascismo. Por el contrario, la
reacción típica de una parte de la izquierda en los casos de amenaza
reaccionaria o amenaza fascista es más esencias. Más banderas rojas, más
esencias, regalándole la pertenencia nacional a las fuerzas de extrema
derecha…
¿No cree que es peligroso que los populismos de izquierdas asimilen partes del discurso antiestablishment de ciertos populismos de derecha?
En
realidad hay una cosa complicada con el populismo, porque son discursos
que transitan lugares parecidos para llegar al lugar contrario. Claro,
esto sólo se puede decir en una entrevista reposada como esta, no se
puede decir en la tele.
Las trazas que siguen esos discursos a veces se
parecen para llegar a sitios absolutamente opuestos, y lo que define la
diferencia entre un populismo abierto y democrático o un populismo
reaccionario es quién es el enemigo. Lo que lo define es la frontera, el
nosotros por oposición a ellos.
Sustituir el inmigrante como enemigo por los de arriba.
Efectivamente,
eso es lo que define a uno frente a otro. Pero es verdad que creo que
en un momento de incertidumbre, de miedo, sobre todo de falta de
identidad, de falta de pertenencia… Joder, ¿por qué se llenan los
estadios de fútbol? Porque hay mucha gente que necesita algún
sentimiento de pertenencia, de estar juntos, de emocionarse juntos, de
ser algo en común…
Creo que la batalla política fundamental en Europa va
a ser quién construye el pueblo, y qué se puede construir de dos lados.
Lo podemos construir nosotros (Podemos), los sectores transformadores, o
los reaccionarios, pero creo que esa será la batalla fundamental. Eso
no significa que haya un espacio libre y que el primero que llegue lo
ocupa, no es sólo, tiene que ver con qué tipo de operación cultural
fragua lazos de solidaridad entre la gente y frente a quién los fragua.
Cuando el 15-M comienza a reunir muchas frustraciones individuales,
ponerlas en común y señalar a un adversario, el tipo de identidad
popular que comienza a fabricar claramente apunta hacia la construcción
de un pueblo español por oposición a los que mandan.
Pero con una
materia prima similar, podría haber habido un tipo de construcción muy
diferente, en las plazas se veía, pero no sólo con el racismo, yo me
acuerdo de asambleas en las que se discutía si los políticos son muy
caros, nos tienen que gobernar técnicos.
Quiero decir, también había
componentes en ese momento de indignación popular para que hubiéramos
tenido una salida no sé si autoritaria pero de retroceso democrático,
sin duda. Así que la disputa ahí es quién construye.
El propio
Bernie Sanders, que creo que podría haber ganado a Trump, hace toda una
construcción discursiva en torno al pueblo. No sólo habla de los
sectores trabajadores, sino que habla del pueblo americano y además
apela a los valores de los padres fundadores, muchos de los cuales eran
propietarios que hasta tenían haciendas de esclavos, pero es que eso da
igual, eso es el significado cultural que se le dé, y por tanto le opone
una nueva deconstrucción popular que viene a rellenar un deseo, que no
es tanto un deseo material.
Hay un peligro de creer que ganan los que
dicen las cosas más duras, hay que decir las cosas duras y como son, la
izquierda nunca ha dejado de hacerlo y le ha ido mal durante mucho
tiempo. No es ese el problema, sino ofrecer como un imaginario que venga
a colmar un deseo, el de ser comunidad, de ser parte de algo que te
proteja, que te cuide por el hecho de ser ciudadano o miembro de una
comunidad nacional. (...)
Cuando nosotros nacimos en las europeas había una parte importante de
nuestro pueblo que creía que los políticos eran demasiado caros. No
enfrentamos frontalmente esa idea, la rearticulamos, sí, son caros, pero
sobre todo lo son por haberse puesto del lado de los banqueros que han
rescatado con el dinero de todos y ahora no lo devuelven.
Pero no
chocamos llamando idiota a nuestro pueblo, diciendo: “Qué dices tonto,
cómo van a ser los coches oficiales si es la plusvalía”. Si hubiéramos
hecho eso habríamos jugado el papel testimonial y marginal que han
jugado normalmente las fuerzas progresistas en Europa.
De lo que se
trata es de entroncarte en una parte del sentido común de nuestro
pueblo, porque el sentido común siempre es un terreno pantanoso en el
que anidan ideas muy conservadoras e ideas muy progresistas. El sentido
común está lleno de contradicciones y hay que elegir algunas, como los
mejores hilos de los que tirar y otros que los tienes que guardar y
retener porque facilitarían una mayoría racista en nuestro país. (...)
Existe en ocasiones un desprecio intelectual a los votantes de
la derecha, ha pasado ahora con Trump y pasó con los de Rajoy, ¿Ese
clasismo dificulta lograr el apoyo de estos sectores de la población?
(...) La izquierda era la ideología construida para construir poder para
los de abajo, no al revés, pero la izquierda era la herramienta, el
objetivo era el poder para los de abajo, poder popular. Hemos llegado
hasta el punto de invertirlo tanto que la herramienta se ha convertido
en el fin.
Que los trabajadores no se identifican con ciertos símbolos o
banderas, peor para ellos. Que no, que estas banderas estaban
construidas para unir a los trabajadores, el objetivo era unir a los de
abajo, si la bandera que la unía era roja, pues porque la pusimos roja,
pero si no sería de otro color.
Es la creencia de que en el fondo los
pobres si no son de izquierdas es porque están equivocados, en vez de
porque algo estás tú haciendo mal porque una buena parte de tu pueblo no
confía en ti. Confía más en los de arriba, en los que les están
machacando la vida.
Creo que ha habido a veces como la tentación
de algunas de las izquierdas como de emanciparse de su pueblo, como si
pudieras cambiar de jugador, que me pongan otro pueblo, que este es una
mierda.
Que me pongan otro pueblo que sea de verdad, no, que es de
verdad, lo que pasa es que culturalmente vas perdiendo la batalla, y la
solución no es encerrarse más, sino plantearse por qué tu enemigo la
gana. Trump y Le Pen son multimillonarios pero han sabido presentarse
como tribunos de la plebe, hay una batalla cultural que están ganando a
los sectores progresistas.
Pero para saberlo hay que acercarse con más
humildad y cuidado. Owen Jones lo clava cuando explica cómo estando en
una cena con sus colegas de izquierdas con profesiones liberales y todos
los chistes son sobre chavs, algo ininmaginable con homosexuales,
negros o mujeres.
Pero en un momento dado a los sectores progresistas
les ha dejado de gustar su pueblo y cómo piensa su pueblo, y la unidad
popular se tiene que hacer con una parte sustancial de los 8 millones de
personas que están votando al PP. Y habrá que entenderlos. (...)" (Entrevista a Errejón, Antonio Maestre, Cuarto Poder, 23/12/16)
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