Paula, una española casada con un británico que lleva 20 años viviendo
en Londres, en un mercadillo de Bexley. (Foto: Celia Maza)
"(...) Bexley es uno de los cinco distritos de la capital británica donde se apoyó mayoritariamente el Brexit.
“No podíamos permitir que Bruselas nos siguiera diciendo lo que tenemos
que hacer”, asegura Steve.
“Yo me afilié incluso al UKIP para
asegurarme de que el Gobierno tuviera la presión suficiente. Nigel Farage debería ser el primer ministro”, matiza. Por su parte, Rita, otra jubilada que vende orgullosa las plantas que cosecha en su jardín, asegura que “aunque ahora el coste de vida será más caro, todo ha merecido la pena”.
Paula escucha atenta la conversación detrás de las velas y jabones que hace en casa. Es la única española con puesto en el mercadillo.
Lleva más de 20 años viviendo en el país y está completamente integrada
en la comunidad. “Por ella no te preocupes. No va a tener ningún
problema”, asegura Steve cuando le pregunto por cómo quedará ahora la
situación de los comunitarios. La misma frase es repetida por cada uno
de sus vecinos que han votado por el Brexit.
Pero
lo cierto es que a Paula, casada con un inglés con el que ha tenido dos
hijas, a día de hoy nadie le ofrece garantías. El Gobierno ha
conseguido aprobar intacta su legislación para activar el Brexit después
de que la Cámara de los Comunes rechazara el lunes por la noche la enmienda de los Lores que aludía a la protección de los comunitarios que ya residen en el país.
“A ninguna de mis amigas íntimas se les pasó por la cabeza el hecho de
que esto tuviera repercusiones directas para mí y para mi familia, pero
las tiene y, aunque siento decepción, tampoco puedes hacer nada.
Yo nací
y me crie en Pamplona, donde las diferencias políticas están en la calle. Es lo que me tocó vivir entonces y es lo que me toca vivir ahora. Aprendes a seguir adelante y a no hacer nada que pueda incitar a problemas”, explica.
Con lo de “evitar problemas” se refiere, por ejemplo, a dejar de hablar en español en hora punta cuando coge el tren
camino a su trabajo. Tras el Brexit, tuvo un incidente con un hombre al
que habló inglés, pero con acento español, y desde entonces procura
evitar la llamada que hacía cada mañana a su madre durante el trayecto.
“Sí que se nota un poco de crispación en el ambiente”, asegura.
Paula se encuentra ahora inmersa en el tedioso proceso de solicitud de la residencia permanente. Según el Ministerio del Interior, más de 136.000 ciudadanos de la UE
han pedido un certificado en los seis meses posteriores al referéndum
del 23 de junio. El Partido Liberal Demócrata ha denunciado que el Gobierno rechaza alrededor del 28% de esas peticiones.
“La cuestión es que ahora tengo que demostrar ser el tipo de ciudadano que ellos quieren. Pero más que por incertidumbre, lo hago porque me siento culpable. Después de llevar viviendo aquí más de 20 años no pude votar en el referéndum por no ser británica, y no quiero que se repita lo mismo si el día de mañana se vota algo tan importante que me afecte directamente”, matiza.
Lo cierto es que en su casa apenas se habló del tema durante la campaña.
“Teníamos tan asumido que no iba a salir que nunca fue un motivo de
preocupación”, señala. Pero las noticias de aquella mañana del 24 junio
no se le olvidarán.
A su marido tampoco. Él votó por la permanencia. Su abuelo trabajó como uno de los primeros traductores en Bruselas y estaba enamorado del proyecto europeo. Sin embargo, parte de su familia votó por el Brexit.
Para Lola, el 'shock' fue aún mayor cuando descubrió que no solo su
familia política había apoyado la salida del bloque, sino que también lo había hecho su propio marido.
Lola, de hecho, es un nombre ficticio porque son tales las tensiones
que ha causado esta situación en su matrimonio que prefiere guardar su
anonimato.
“Él fue el primero que me confesó que no se había
planteado que me fuera a afectar. Pero a medida que iban saliendo más
noticias, más impotencia sentía. Llegó un momento en que incluso dejé de hablarle en inglés para hacerlo en español.
Solo me entendían los niños. Se puede marginar a alguien con el idioma y
quería que fuera consciente de todas las barreras que supone ahora esto
para mí.
También deje de asistir a reuniones familiares porque sabía
que al ser española, el tema iba a salir”, matiza. “Las cosas ahora se
han calmado, él me explicó que sus razones eran por recuperar la
soberanía. Pero, al fin y al cabo, todo se ha centrado en inmigración y termina afectando lo que escuchas”, recalca.
En
la calle, un matrimonio de jubilados formados por Jackie y Robin
asegura estar “sumamente preocupado por la imagen del Reino Unido que se
está dando”. “No somos un país de racistas. Pero ahora
hay muchos que se sienten con autoridad para hacer cosas absurdas.
Desde el principio fue un error convocar este referéndum. Se hizo para
unir al Partido Conservador y se ha acabado por dividir a un país”, matiza Robin que, pese al consejo de sus amigos, votó por la permanencia, al igual que su mujer.
Sin embargo, sí protagoniza los debates que se forman cada lunes y
viernes en la cafetería del hotel próximo al Beths Grammar School, donde
varias madres españolas se reúnen mientras sus hijos
acuden a clase de español. La consejería de Educación del Gobierno de
España pone a disposición profesores en aquellas zonas donde existe una
población española lo suficientemente significativa.
“Nos hacen sentir ahora como inmigrantes de tercera.
Nos han convertido en el chivo expiatorio de todos sus problemas”,
asegura una de ellas. “Hay cosas que te molestan. Mi vecina me cuenta
que por culpa de los inmigrantes tiene que dar 50 libras a su hija
—madre soltera— para pagar el alquiler porque el Estado solo le da 850
libras. Su hija no trabaja y vive de las ayudas públicas.
Y te lo dice como si nada. Cuando yo como inmigrante estoy pagando mis
impuestos para que existan estas prestaciones”, contesta otra.
Por su parte, Sonia, casada con su sudafricano, explica que “tiene gracia” el hecho de que su marido consiguiera la nacionalidad británica hace años al estar casado con una comunitaria
y ahora tenga que ser ella "quien deba poner que está casada con un
británico para conseguir la residencia”. “Él está más preocupado ahora
que yo”, matiza.
El famoso formulario de las 85 páginas supone para
todas “un quebradero de cabeza”. Aseguran que “no está adaptado” para la
situación de los europeos y demandan al Gobierno que acabe con la
incertidumbre. “Han pasado ya nueve meses del referéndum y se sigue sin saber nada”, denuncian.
En
el tren camino a Londres, una de las pasajeras comienza a hablar
conmigo y le pregunto por el Brexit. La frase que me dice me suena
familiar: “Tú tranquila que a ti no te va a pasar nada”. (Celia Maza, Londres, El Confidencial, 14/03/17)
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