"“Calles desiertas, playas atestadas”. Una fotografía de portada en el
periódico La Vanguardia ilustraba este titular el 15 de abril. La imagen
gráfica correspondía al día anterior, cuando la ocupación de los
hoteles alcanzaba el 85% en Barcelona, un porcentaje cinco puntos
superior al de 2015.(...)
Otra idea de la realidad puede encontrarse en el
“Informe sobre el Estado Social de la Nación” de 2017, publicado por la
Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales de
España. El documento revela su orientación en la pregunta del subtítulo
–“¿Nos están robando el futuro?” y más todavía en la respuesta: “Una
sociedad dual instalada en la precariedad”.
Cuestiona por ejemplo que
indicadores oficiales como el crecimiento del PIB, la creación de empleo
o la reducción del número de parados retraten la realidad en la que
vive la mayoría de la población.
La crisis ha pauperizado a la población. Entre 2009 y
2015 se ha producido una caída continua en la renta media de las
familias. (...)
La tendencia menguante implica que en este sexenio la renta media por
hogar haya descendido en un 13,16% anual (3.953 euros). Pero la merma en
las rentas tampoco es homogénea, puede establecerse una gradación.
La
franja de población más afectada son los cerca de 700.000 hogares que
carecen de cualquier ingreso, cifra que según el informe se mantiene
estable desde 2012. Son cerca de 1,3 millones de personas que viven en
la pobreza, y con posibilidades muy reducidas de abandonar esta
situación, pese a las “oportunidades” de la recuperación económica. (...)
El informe de 2017 destaca las situaciones de pobreza que conviven con
la cacareada bonanza macroeconómica. Así, la Encuesta de Población
Activa (EPA) del tercer trimestre de 2016 apuntaba la cifra de 1,7
millones de parados de larga duración, el 41,5% de los desempleados; y
más de un tercio de los hogares se enfrentan a dificultades/muchas
dificultades para llegar a fin de mes.
Componen otra subcategoría de
damnificados por la crisis aquellos que no han caído en la pobreza, pero
podrían hacerlo ante cualquier circunstancia. La Encuesta de
Condiciones de Vida del INE pone cifras a este sector de la población:
18,5 millones de personas (casi cuatro de cada diez) se declaran
incapaces para afrontar gastos imprevistos. (...)
4,2 millones de trabajadores tienen firmado un contrato temporal (el 27%
de los asalariados), mientras 2,7 millones de personas (el 14,6% de las
personas ocupadas) desarrollan empleos a tiempo parcial; Asimismo en
2015 España encabezaba, junto a Chile y Polonia, los porcentajes de
temporalidad en el empleo de los países de la OCDE, y “con salarios muy
por debajo de lo necesario para cubrir las necesidades más básicas, son
las características del empleo en España en 2017”, subraya la Asociación
Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales.
Tan es así que
los ingresos de seis millones de trabajadores (el 34,4% de los
asalariados) se sitúan por debajo del Salario Mínimo Interprofesional y
del umbral de la pobreza (8.011 euros anuales). “Para la inmensa mayoría
de la población el futuro simplemente no existe, y toca aferrarse a
cualquier ‘alternativa’ que nos permita vivir el día a día”, añade el
informe de la asociación.
(...) Uno de los años clave para medir los desequilibrios
de renta fue 2015, pues teóricamente se recuperaron las tasas de empleo.
Sin embargo, ese año 70.000 personas emigraron –según las cifras
oficiales- en busca de oportunidades en el extranjero.
Además en 2015
cerca de 700.000 hogares carecían de ingresos y ocho millones de
trabajadores no alcanzaban los mil euros brutos al mes. En el otro lado
de la escala social habitaban los millonarios, que en España aumentaron
en 2015 más que en ningún otro país de Europa. Fueron 15.000 nuevas
fortunas, un 8,4% más que en 2014, según el Informe Mundial de Riqueza
de 2016.
¿El panorama es consecuencia de dinámicas inevitables,
de un sistema económico asimilable a una “ley natural” o del inapelable
mejor de los mundos posibles? Los directores y gerentes de Servicios
Sociales niegan las tres opciones.
Es el efecto de “decisiones políticas
que se han adoptado antes y durante la crisis; la clave es de carácter
ideológico: hablamos de la filosofía ultraliberal imperante que
establece que no hay ‘alternativa’”. Pero no sólo se trata, ni
principalmente, de estadísticas. El periódico El Confidencial recogía en
febrero de 2017 el testimonio de Carlos, uno de los millones de
ciudadanos a los que se sacrificó durante la crisis.
“El efecto
psicológico de ser pobre, a pesar de madrugar cada día para ir a
trabajar, puede ser incluso más devastador que el desempleo de larga
duración; este último tiene al menos la esperanza de encontrar un
empleo.
El trabajador pobre, en cambio, ya tiene una nómina y no ve qué
otra cosa puede hacer para escapar de la miseria”. En muchas ocasiones
sólo queda recurrir a los últimos mecanismos de supervivencia: 789.6672
personas percibieron rentas mínimas de inserción en 2015, una cifra
récord y superior en un 28% a la del año 2014. (...)" (Enric Llopis , Rebelión, 17/04/17)
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