21.4.17

El “filibusterismo” de la medicina privada: la central de compras de Ribera Salud (B2B Salud) está acusada por haber cobrado comisiones a proveedores de material sanitario pagado con dinero público

"A la hora de comparar la gestión sanitaria privada y más concretamente el comportamiento de las concesiones tipo Alzira versus la gestión directa por la Administración (GDA) podemos fijarnos en tres grandes indicadores. (...)

El primer indicador fue más bien el axioma que justificaba la implantación del modelo: la gestión del riesgo. En el modelo Alzira, una U.T.E. privada fue la responsable de la construcción de un hospital y a cambio recibió la gestión de todos sus servicios durante un plazo determinado de tiempo a cambio de un pago capitativo. (...)

Ya comentamos anteriormente que esta transferencia de riesgo deviene falsa. En la Comunitat Valenciana esta falacia se puso de manifiesto cuando hubo que rescatar a la concesión con un segundo concurso siguiendo la máxima de “too big to fall”

En todos los casos de modelo PFI (Private Financing Initiative), donde la Administración ha tenido que actuar como red de seguridad, y ya hay unos cuantos ejemplos (UK, Madrid, Alzira), el beneficio de las empresas privadas prevalece sobre el interés general merced a un blindaje contractual tan intrincado como opaco. (...)

El segundo indicador (y el actualmente preponderante) es el económico. Esto es, si la gestión privada puede ser más eficiente ahorrando dinero a las arcas públicas. (...)

El mantra que no deja de repetirse desde hace muchos años, sobre todo por parte de los defensores del modelo Alzira, nos dice que la gestión privada ahorra un 20% respecto a la GDA. Y solo con este dato se intenta justificar la expansión del modelo sin ir más allá.

 El premio Nobel de Economía Ronald Coase dijo que “si torturas suficientemente los datos, estos te dirán lo que quieras”. Este caso no es ajeno. Creo que ya ha quedado claro que para controlar el gasto sanitario en un modelo capitativo la clave es no solo reducir el coste unitario de cada hospitalización sino también reducir su número.

 Lógico, puesto que de nada sirve reducir el coste unitario de un proceso si este aumenta desmesuradamente. Siguiendo esta máxima es de recibo citar el trabajo realizado en 2009 por S. Peiró y R. Meneu sobre eficiencias relativas del Modelo Alzira y que resumiremos en la siguiente tabla.


 Ya sabemos de dónde sale el consabido mantra. El coste por ingreso en las concesiones es un 18,4% inferior a los centros GDA, si bien ambos modelos son prácticamente idénticos a nivel de gasto hospitalario per cápita. Es más, ese gasto por habitante es un 7,5% mayor en las áreas gestionadas por concesiones que en las GDA.

 El coste por hospitalización puede ser más económico en los modelos de concesión, pero existe un mayor porcentaje de ingresos hospitalarios (división de los costes fijos entre un mayor número de unidades) y por tanto un mayor gasto por habitante que al final es el indicador relevante para el financiador público. Por lo tanto vamos a ir desterrando del subconsciente colectivo la idea de que “la privada es más barata”. 

 (...)  podríamos aventurarnos a decir que el modelo PFI es una mera deslocalización de la sanidad pública donde la empresa traslada su producción a un país (la concesión) en el que las condiciones laborales y las remuneraciones (entre otras decisiones de impacto como el control del almacén o el manejo de su central de compras) las dicta ella misma sin injerencias de ningún tipo. El equivalente sanitario a llevarse el taller textil a Bangladesh.

El grado de “filibusterismo” ha sido tal que la propia central de compras de Ribera Salud (B2B Salud) está en el punto de mira de la Fiscalía Anticorrupción al haber cobrado comisiones a proveedores de material sanitario pagado, eso sí, con dinero público (en este caso prótesis, exentas de los gastos de la concesión).

 Se estima que en los seis años de funcionamiento de dicha central, los beneficios obtenidos mediante esta “mordida” han podido llegar a los 3,3 millones de euros. “Saqueo a las arcas públicas” para unos, “contabilidad creativa” para otros.

Todo esto no es algo nuevo. Ya en 2014, el Panel de Expertos sobre Formas Efectivas de Invertir en Salud de la Comisión Europea cuestionaba la rentabilidad del Modelo Alzira. El informe publicado destacaba que “después de más de 14 años de funcionamiento no hay información clara y disponible para evaluar los resultados económicos y sanitarios de la experiencia” y advertían que “las derivaciones a otros centros y la posible falta de control en los procedimientos de pago interhospitalarios son un punto clave en el acuerdo per cápita que tiene que ser cuidadosamente evaluado”.

De ahí que insistamos en que la atención sanitaria debe evaluarse en función de la calidad recibida. Es el famoso tercer indicador. El más olvidado, el que debería ser más importante y el más complejo de recoger y analizar. Si la información comparativa de eficiencia la disponemos con cuentagotas, los indicadores de resultados en salud entre modelos son cuasi inexistentes. 

Hay poco escrito y lo poco que hay es siempre de ámbitos muy reducidos o concretos (p.ej. centros de hemodiálisis privados vs. públicos) donde la gestión privada normalmente obtiene peores resultados que la GDA en tasas de Mortalidad General y Específica. Como era de esperar, la explicación a este hecho siempre recae en la gestión del personal sanitario: más escaso y con menor formación en los centros privados. (...)

Entonces, ¿no podemos saber qué modelo es el que más aconsejable?, ¿o al menos conocer sus fortalezas o debilidades? Mucho me temo que después de casi 20 años de modelo Alzira no se han hecho los deberes simplemente por conveniencia, y así no se han desarrollado los elementos de juicio que nos permitan discernir las bondades de cada una de las opciones. 

La dificultad intrínseca y la falta de transparencia a la hora de encontrar información rigurosa, la complejidad a la hora de acometer una comparación objetiva entre dos entes tan diferentes y la aparición de otros factores que no se han tenido en cuenta a la hora de la evaluación cómo el entorno administrativo, las condiciones laborales o la labor supervisora del financiador han sido lastres muy pesados para realizar una tarea que debería haber sido definida y monitorizada de antemano dada su importancia.

Todo indica que la decisión de implantar un modelo PFI en la Comunitat Valenciana en 1999 fue puramente política y por tanto será una decisión puramente política la necesaria para desmantelarlo.(...)"                 (Enrique Rodríguez-Borja, CTXT, 05/04/17)

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