"La situación del banco Popular, no por esperada, no deja de sorprender.
Es la enésima réplica de un diseño erróneo en el rescate del sistema
bancario patrio, y, por lo general, europeo y global. Además, se rompe
un tabú muy extendido en los voceros mediáticos patrios.
La mala gestión
bancaria, la ausencia de control de riesgos, la avaricia en la
generación de una burbuja y su posterior pinchazo afectaron a la
práctica totalidad del sistema bancario español, cajas de ahorro y
bancos.
Todo lo sucedido es un ejemplo de ineficiencia y capitalismo de
“amiguetes”. Lo peor es que al final, mucho me temo, el Banco Popular
acabará siendo rescatado a través de garantías o avales del Estado, o
con dinero público.
Lo ocurrido con el Banco Popular es un ejemplo de crisis o pánico
bancario. La fragilidad de los bancos se deriva de un doble hecho. Por
un lado, proporcionan liquidez a los depositantes; por otro, prometen
satisfacer las solicitudes de retiro de los depositantes según el orden
de llegada.
Ningún banco es inmune a la pérdida de confianza de los
depositantes sólo porque sea rentable y sólido en un momento
determinado. Y cuando la salida de depósitos es muy importante solo
quedan dos opciones, o la quiebra y su nacionalización, o una venta de
emergencia a otra entidad con los avales y garantías correspondientes
del Estado.
Pero volvamos al principio. El origen de la crisis sistémica fue el
endeudamiento insostenible, privado, de la economía española. Como
consecuencia, cuando el colateral que alimentaba esa deuda,
especialmente activos inmobiliarios, se hundió, los distintos sectores
se vieron forzados a reducir su deuda y entramos en recesión.
En ese
escenario, los activos tóxicos lo eran no por un problema de liquidez o
de no entender lo que valían, sino por que valían, y valen, mucho menos
de lo que dicen los bancos en su balance. Los bancos no querían asumir
semejantes pérdidas a costa de gerencia y acreedores -incluida la deuda
sénior-, y forzaron a que les subsidiara el contribuyente.
Existen dos modelos para hacer frente a los problemas de
solvencia bancaria como consecuencia de una crisis de deuda provocada
por el estallido de una burbuja financiera o inmobiliaria. En el modelo
sueco las pérdidas se reconocen hoy; en el japonés, se reconocen
conforme los bancos van generando beneficios para absorberlas.
España,
como la práctica totalidad de países, desde 2008 optó por el modelo
japonés: las pérdidas provocadas por los excesos en el sistema
financiero solo se reconocen conforme los bancos generan capital para
absorberlas. Ello, obviamente, es bueno para los bancos y su gerencia,
ya que se oculta su verdadera situación, y se persuade además el diseño
de políticas para incrementar los beneficios bancarios.
Véase, como
ejemplo, el “carry” que se llevaron los bancos españoles pidiendo
financiación al Banco Central Europeo y comprando deuda soberana. Sin
embargo, es nefasto para la economía ya que distorsiona los precios de
los activos financieros e inmobiliarios y el acceso al crédito.
Simplemente se estaba ganando tiempo a la espera de que el crecimiento
económico y los márgenes bancarios se recuperaran. Pero ello no llega.
Es
en este contexto donde hay que dejar claro que la crisis bancaria no
solo fue un problema de las cajas de ahorro, en absoluto. Existe
evidencia empírica que muestra como las condiciones ex-ante de las cajas
de ahorro eran las mismas que aquellos bancos aparentemente menos
expuestos a la crisis.
El problema fue ex-post, las dificultades de
recapitalización de las primeras frente a los segundos. Y allí es donde
fallaron las autoridades económicas y monetarias. ¡Con lo fácil que
hubiese sido replicar el rescate sueco de 1992! Banco malo a costa de
accionistas y bonistas, garantía de depósitos y nacionalización de la
banca quebrada. “¡So easy, so simple!”.
Pero no se hizo lo correcto. El diagnóstico de la salud de nuestro
sistema financiero estuvo sometido a la presión de los propios banqueros
patrios y a la vanidad de los políticos de turno. La propia banca que
fue incapaz de ver lo obvio, la mayor burbuja inmobiliaria de la
historia, esa misma banca que no quería hoy hablar de controles ex ante
del crédito.
Los políticos de turno vivían muy bien bajo la ola de la
burbuja e hicieron oídos sordos a ciertas llamadas a la prudencia. Voces
que simplemente pretendían ir desinflando paulatinamente la misma,
aunque fuera a costa de un crecimiento menor, pero más saludable. Pero
no cuajaron. ¡Que corra la juerga y que le estallé al siguiente!,
bramaban a escondidas.
En definitiva, la banca insolvente se rescató tarde y mal, y en su
inmensa mayoría a costa de contribuyentes y de sus clientes-empresas a
las que se les cerró el crédito, para regalarlas después a la
competencia.
Ello ha acabado generando además un aspecto adicional muy
sutil y peligroso, que apenas se comenta, y donde el regulador ha sido
parte del problema, espoleado por la propia patronal bancaria: la
búsqueda de “campeones nacionales”, con el consiguiente subsidio a la
banca sistémica.
Pero mucho me temo que ahora esos campeones nacionales
no querrán o podrán absorber al Banco Popular salvo que cuenten con un
aval del Estado a la espera de ver lo que hay en el activo. La
alternativa, nacionalizarla, esperemos que previamente a costa de
gerencia y bonistas senior. Veremos." (Juan Laborda, Vox Populi, 18/05/17)
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