22.6.17

“Aquí vive una señora de 90 con su marido, que el pobre va con andador. Cuando recibieron el burofax, supimos que teníamos que organizarnos". La próxima okupa puede ser tu madre...

"Hace unos días, en un edificio muy próximo al mío, aparecieron pancartas. Cubrían los balcones y parte de la fachada. Algo raro en esta zona, el Eixample Dreta, en las inmediaciones de la Sagrada Familia: barrio normal, aburrido de noche, familiar de día, lleno de ferreterías, panaderías, fruterías, viejos y viejas, pura clase media. 

Es infrecuente que un bloque de viviendas de este barrio lance mensajes como los de esas pancartas: “No nos marchamos. Vivimos aquí. Esta es nuestra casa”. ¿Qué está pasando aquí?

Pilar, enfermera de cincuenta y tantos años, toma una cerveza fresca en la terraza que hay delante del portal. Al verme llamar a los timbres y preguntar al portero de la finca, recela: “No te va a abrir nadie”. Me acerco a ella. ¿Vives aquí? “Sí”.

 Pero qué pasa, ¿estáis en guerra? “Pues más o menos”. Cuando me he tomado una cerveza con ella y hemos conversado un rato puedo decir que sí: este edificio está en guerra contra la especulación de una nueva burbuja inmobiliaria. Habrás oído hablar de ella si vives de alquiler en una gran ciudad.

Ejemplo tonto: Andrea y yo alquilamos un piso recién reformado en julio de 2016. De inmediato empezó en el piso contiguo una obra de reforma. Cuando terminó la reforma y pusieron el piso en alquiler, supe que mis vecinos de rellano pagan casi el doble que nosotros. Habían pasado seis meses entre la firma de nuestros respectivos contratos.

Aquí y allá proliferan otros testimonios. Te enteras de que unos amigos abandonan un barrio periférico para marcharse a una ciudad dormitorio porque la empresa dueña del edificio no les quiere renovar el contrato. Oyes hablar de prácticas matonas, como el acoso a los vecinos de un edificio cercano, unos abuelos que se negaron a aceptar la oferta de la promotora y desde entonces se despiertan cada noche porque un dedo se lía a timbrazos a las cuatro de la madrugada.

Y algo mucho más misterioso: ejércitos de guiris que expanden sus madrigueras en una ciudad donde el ayuntamiento es muy reticente a conceder licencias para pisos turísticos. E inmobiliarias que aparecen por todas partes con los carteles del escaparate escritos en inglés.

¿Qué está pasando en Barcelona? Y más importante: ¿pasa solo en Barcelona? El precio medio de los alquileres en España ha subido entre un 10% y un 15% en el último año, pero la cifra se dispara en ciudades de interés turístico. En Barcelona han abierto sus puertas desde 2015 más de 1.000 promotores inmobiliarios según publicaba ‘El Periódico de Catalunya’. 

Este diario explicó también cómo operan las grandes empresas dedicadas al nuevo filón especulativo. Puro capitalismo de casino:
Una gran promotora, por ejemplo MK Premium, compra un edificio a sus antiguos propietarios. Se lo vende a otra promotora, que empieza las reformas, y que a su vez lo vende a una tercera, que acomete la tarea de vaciar las viviendas que queden habitadas.

 ¿Cuáles quedan habitadas? Las rentas antiguas, normalmente aprovechadas por ancianos, y los contratos indefinidos. De echar al resto de los vecinos se ha encargado, a esas alturas, el límite de tres años de duración de los contratos firmados tras la promulgación de la ley de alquiler del PP.

Con quien resiste, estas empresas están usando una nueva táctica que podríamos llamar desahucio trilero: la nueva propietaria del piso donde vives no te coge el teléfono ni te responde a los ‘emails’. Nadie te da el nuevo número de cuenta, no puedes pagar el alquiler ni aunque quieras, y cuando menos te lo esperas, te llega el burofax. Suena a novela negra pero en Barcelona está ocurriendo tal cual. Así han sido desahuciados ancianos y mujeres embarazadas.

De esta forma se explica que barrios pacíficos, previsibles y burgueses estén cubriéndose de pancartas propias de casas okupas. Cuelgan de los balcones de abuelas, oficinistas, policías, médicos, estanqueros, dependientes, diseñadores… Gente normal y corriente, trabajadores como Pilar.

Apura la cerveza y pone otro ejemplo: “Aquí vive una señora de 90 con su marido, que el pobre va con andador. Cuando recibieron el burofax, supimos que teníamos que organizarnos. Esto que nos está pasando a nosotros le puede pasar a cualquiera. La próxima okupa puede ser tu madre. Hay que organizarse para que esto se detenga. Nosotros tenemos abogados y de aquí no nos van a echar”.         (JUAN SOTO IVARS , El Confidencial, 21/06/17)

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