"No era tan esperado como la séptima temporada de Juego de tronos, pero
casi. El decisivo plenario de En Marea, la confluencia rupturista
gallega que decidió convertirse en un partido de adscripción individual
en una asamblea fundacional de Vigo, hace exactamente un año.
En el
Palacio de Congresos de Galicia, el pasado sábado, Luís Villares,
el que había sido candidato a las autonómicas, impuso sus tesis, y
sobre todo su liderazgo. Las propuestas de la coordinadora que él
encabeza obtuvieron sobre el 55% de los apoyos, con un 45% de rechazo,
pero esa sería una lectura tan apresurada, llamativa e inexacta como un
titular de apertura de un informativo de televisión.
Si pasamos los
porcentajes a números absolutos y redondos, fueron 250 a 200: la segunda
fuerza política de Galicia ―aunque empatada a escaños con el
PSdeG-PSOE― no logró reunir ni medio millar de personas en una asamblea
decisiva, después de meses calentando el ambiente con debates sobre
liderazgos y proyectos políticos. Como los boxeadores que, agotados, se
apoyan el uno en el otro para mantenerse. Y con el público empezando a
abandonar el recinto.
Pese a que había dos bandos claros, ni eran claramente
definibles, ni el dilema era mar o montaña, nacionalismo o unidad
popular, a quién quieres más a mamá o a papá. Si quieren un titular
televisivo, sería “En Galicia ganó Errejón”. Por ejemplo, Villares, al
igual que el antiguo número 2 de Podemos, consideró públicamente un
error no haber aprovechado el resultado de las primeras elecciones
generales para descabalgar a Mariano Rajoy.
Pero Errejón ni estuvo en el
Palacio de Congresos, ni se le esperaba, ni nadie lo reivindicó. De
hecho, Podemos ni apareció por allí. Lo que ganó, por los pelos, fue la
apuesta de consolidar la organización (la conversión en un partido
tradicional, según los críticos) y quizá una visión política más
transversal (socialdemócrata o directamente de centroderecha, en la
versión de los perdedores).
La confluencia gallega no es Juego de tronos (no hay tronos, ni
bodas sangrientas, y los apuñalamientos son simbólicos), pero sí juegos
de alianzas tan cambiantes como en la ficción de George R. R. Martin.
Los primeros pasos de cualquier proceso de crecimiento son ilusionantes,
pero en el caso de En Marea viene a cuento aquel consejo de Churchill
de que no se llega al final de un viaje si te paras a tirar piedras a
cada perro que te ladre.
En Marea era en origen la alianza de tres
fuerzas, Podemos, Esquerda Unida y Anova, que en 2015 habían generado
―no todos no siempre― mareas municipalistas varias, con éxitos como las
alcaldías de Santiago, A Coruña y Ferrol. Un año después logró asaltar
―en sentido figurado, ojo― el Congreso de los Diputados, seis diputados
al primer intento, cinco en el segundo.
La Marea es la heredera de la
también exitosa Alternativa Galega de Esquerdas (AGE), la suma de Anova
(una organización conformada por el partido que creó Xosé Manuel Beiras
al irse del BNG, organizaciones independentistas y ecologistas) y EU
para las elecciones gallegas de 2012. La heredera en todos los sentidos:
AGE había protagonizado otro blitzkriegen el Parlamento de
Galicia, de 0 a tercera fuerza, pero acabó la legislatura con dos de los
nueve diputados en el grupo mixto y los dos líderes, Beiras y la
secretaria de EU, Yolanda Díaz, distanciados. (...)
Así que un mes después de las elecciones generales la convocatoria de
autonómicas los cogió sin candidato. Beiras tenía una edad, Yolanda Díaz
se había autodescartado al haber escogido la Carrera de San Jerónimo, y
los alcaldes de A Coruña, Xulio Ferreiro, y Santiago, Martiño Noriega,
acababan de aterrizar en las alcaldías.
Menos de dos meses antes de la
jornada electoral aceptó el reto Luís Villares, un magistrado del
Tribunal Superior de Galicia que había llegado a la Audiencia Nacional
con 32 años. Fue refrendado como candidato ―único― por el 86% de los
8.000 participantes en las primarias. Sin embargo la emoción se mantuvo
hasta el último minuto.
Podemos Galicia, en donde los cargos duran menos
que un Stark en la corte de Desembarco del Rey, se resistía a la
integración e incluso había elegido una candidata a la presidencia de la
Xunta. El acuerdo llegó
in extremis, mediante un tuit de Pablo Iglesias, cuando quedaban apenas
tres semanas para el comienzo de la campaña electoral.
Pese al resultado (un 20% de los votos, sorpasso al PSdeG), o a
consecuencia del incumplimiento de las expectativas propias, desde
entonces el debate derivó hacia la cuestión de si la portavocía de la
organización debería ser una fija ―Villares― o trina y rotatoria, y si
ser portavoz(-es) orgánico(-s) era compatible o no con ocupar cargos
institucionales o partidarios.
En las elecciones para el Consello
Nacional, en enero, concurrieron una lista oficialista (con el
beneplácito de los tres partidos más Marea Atlántica, la que gobierna en
A Coruña) que encabezaba Villares y llevaba en su programa las tres
portavocías, y dos listas más que sí preconizaban que el exmagistrado
fuese, además de portavoz parlamentario, el de la organización. La lista
oficial sacó más representantes, pero en ella también había partidarios
de un liderazgo único.
Xosé Manuel Beiras lo resumió sin tener que
echar mano de su enorme bagaje teórico: "Si llegamos a ganar las
elecciones, hoy sería presidente de la Xunta ¿Y qué iban a decir? ¿Que
no podía ser portavoz de no sé qué? ¿Están de broma o qué coño es eso?
Hay que dejarse de caralladas y apoyar a Villares”.
Quienes no estaban
por la labor eran los alcaldes de A Coruña y Ferrol. Es decir, Marea
Atlántica y Esquerda Unida preferían la opción trina y en Podemos y en
Anova unos sí y otros no, como los pimientos de Padrón. En abril, la
elección de la coordinadora (la ejecutiva) se saldó con 18 votos a favor
de la portavocía única, y 12 (Marea Atlántica, la dirección de Anova)
que se negaron a votar. (...)
En la resaca del plenario, no es que ninguno de los bandos
se muestre satisfecho. Yolanda Díaz pidió la "refundación" de En Marea.
El alcalde compostelano, Martiño Noriega ―que tampoco―, asumió un
perfil bajo: “Soy dueño de mis silencios y mis asistencias”, señaló.
Luis Villares se limitó a comentar que “los que no asistieron es que
tendrían otras ocupaciones”, pero reconoció que “sería un irresponsable
si no estuviese preocupado”.
La verdad, la mayoría de los que conocen
por dentro el proceso, quieran ser identificados o no, coinciden en que
la brecha va a ser muy difícil de soldar. “La convivencia entre gente
que se enfrentó a cara de perro, que protagonizó escisiones, es
prácticamente imposible”, reconoce una fuente. Rodríguez ve cercana
incluso la posibilidad de una escisión: “Podemos solo quiere una
coalición electoral, el volante está en Madrid, y allá no interesa una
En Marea que vuele mucho por sí misma.
Y EU tampoco quiere que se
consolide un partido”. “Si se consolida la fusión IU-Podemos,
probablemente lo que intenten en Madrid es hacer algo con Xulio Ferreiro
de referente institucional y el soporte orgánico de EU”, aventura un
exdirigente de Anova que no se considera representado en ninguno de los
bandos. Daniel Cao se muestra más optimista.
"Estamos en un punto de
inflexión grave, pero esto no es una cuestión de nacionalismo o no, aquí
nadie defiende esas posturas reaccionarias de la unidad de España, como
alguna izquierda tradicional. El debate es entre concepciones políticas
antagónicas. Pero en las elecciones que vengan seguiremos apostando por
un espacio de unidad”.
Quizá el titular televisivo apresurado, llamativo e
inexacto sea aquello que le decía Humpty Dumpty a Alicia: “La cuestión
es saber quién manda..., eso es todo”. (Xosé Manuel Pereiro , CTXT, 19/07/17)
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