26.7.17

En Galicia ganó Errejón

"No era tan esperado como la séptima temporada de Juego de tronos, pero casi. El decisivo plenario de En Marea, la confluencia rupturista gallega que decidió convertirse en un partido de adscripción individual en una asamblea fundacional de Vigo, hace exactamente un año. 

En el Palacio de Congresos de Galicia, el pasado sábado, Luís Villares, el que había sido candidato a las autonómicas, impuso sus tesis, y sobre todo su liderazgo. Las propuestas de la coordinadora que él encabeza obtuvieron sobre el 55% de los apoyos, con un 45% de rechazo, pero esa sería una lectura tan apresurada, llamativa e inexacta como un titular de apertura de un informativo de televisión. 

Si pasamos los porcentajes a números absolutos y redondos, fueron 250 a 200: la segunda fuerza política de Galicia ―aunque empatada a escaños con el PSdeG-PSOE― no logró reunir ni medio millar de personas en una asamblea decisiva, después de meses calentando el ambiente con debates sobre liderazgos y proyectos políticos. Como los boxeadores que, agotados, se apoyan el uno en el otro para mantenerse. Y con el público empezando a abandonar el recinto.

Pese a que había dos bandos claros, ni eran claramente definibles, ni el dilema era mar o montaña, nacionalismo o unidad popular, a quién quieres más a mamá o a papá. Si quieren un titular televisivo, sería “En Galicia ganó Errejón”. Por ejemplo, Villares, al igual que el antiguo número 2 de Podemos, consideró públicamente un error no haber aprovechado el resultado de las primeras elecciones generales para descabalgar a Mariano Rajoy. 

Pero Errejón ni estuvo en el Palacio de Congresos, ni se le esperaba, ni nadie lo reivindicó. De hecho, Podemos ni apareció por allí. Lo que ganó, por los pelos, fue la apuesta de consolidar la organización (la conversión en un partido tradicional, según los críticos) y quizá una visión política más transversal (socialdemócrata o directamente de centroderecha, en la versión de los perdedores). 

La confluencia gallega no es Juego de tronos (no hay tronos, ni bodas sangrientas, y los apuñalamientos son simbólicos), pero sí juegos de alianzas tan cambiantes como en la ficción de George R. R. Martin. Los primeros pasos de cualquier proceso de crecimiento son ilusionantes, pero en el caso de En Marea viene a cuento aquel consejo de Churchill de que no se llega al final de un viaje si te paras a tirar piedras a cada perro que te ladre. 

En Marea era en origen la alianza de tres fuerzas, Podemos, Esquerda Unida y Anova, que en 2015 habían generado ―no todos no siempre― mareas municipalistas varias, con éxitos como las alcaldías de Santiago, A Coruña y Ferrol. Un año después logró asaltar ―en sentido figurado, ojo― el Congreso de los Diputados, seis diputados al primer intento, cinco en el segundo. 

La Marea es la heredera de la también exitosa Alternativa Galega de Esquerdas (AGE), la suma de Anova (una organización conformada por el partido que creó Xosé Manuel Beiras al irse del BNG, organizaciones independentistas y ecologistas) y EU para las elecciones gallegas de 2012. La heredera en todos los sentidos: AGE había protagonizado otro blitzkriegen el Parlamento de Galicia, de 0 a tercera fuerza, pero acabó la legislatura con dos de los nueve diputados en el grupo mixto y los dos líderes, Beiras y la secretaria de EU, Yolanda Díaz, distanciados.  (...)

Así que un mes después de las elecciones generales la convocatoria de autonómicas los cogió sin candidato. Beiras tenía una edad, Yolanda Díaz se había autodescartado al haber escogido la Carrera de San Jerónimo, y los alcaldes de A Coruña, Xulio Ferreiro, y Santiago, Martiño Noriega, acababan de aterrizar en las alcaldías. 

Menos de dos meses antes de la jornada electoral aceptó el reto Luís Villares, un magistrado del Tribunal Superior de Galicia que había llegado a la Audiencia Nacional con 32 años. Fue refrendado como candidato ―único― por el 86% de los 8.000 participantes en las primarias. Sin embargo la emoción se mantuvo hasta el último minuto. 

Podemos Galicia, en donde los cargos duran menos que un Stark en la corte de Desembarco del Rey, se resistía a la integración e incluso había elegido una candidata a la presidencia de la Xunta. El acuerdo llegó in extremis, mediante un tuit de Pablo Iglesias, cuando quedaban apenas tres semanas para el comienzo de la campaña electoral.  

Pese al resultado (un 20% de los votos, sorpasso al PSdeG), o a consecuencia del incumplimiento de las expectativas propias, desde entonces el debate derivó hacia la cuestión de si la portavocía de la organización debería ser una fija ―Villares― o trina y rotatoria, y si ser portavoz(-es) orgánico(-s) era compatible o no con ocupar cargos institucionales o partidarios. 

En las elecciones para el Consello Nacional, en enero, concurrieron una lista oficialista (con el beneplácito de los tres partidos más Marea Atlántica, la que gobierna en A Coruña) que encabezaba Villares y llevaba en su programa las tres portavocías, y dos listas más que sí preconizaban que el exmagistrado fuese, además de portavoz parlamentario, el de la organización. La lista oficial sacó más representantes, pero en ella también había partidarios de un liderazgo único. 

Xosé Manuel Beiras lo resumió sin tener que echar mano de su enorme bagaje teórico: "Si llegamos a ganar las elecciones, hoy sería presidente de la Xunta ¿Y qué iban a decir? ¿Que no podía ser portavoz de no sé qué? ¿Están de broma o qué coño es eso? Hay que dejarse de caralladas y apoyar a Villares”. 

Quienes no estaban por la labor eran los alcaldes de A Coruña y Ferrol. Es decir, Marea Atlántica y Esquerda Unida preferían la opción trina y en Podemos y en Anova unos sí y otros no, como los pimientos de Padrón. En abril, la elección de la coordinadora (la ejecutiva) se saldó con 18 votos a favor de la portavocía única, y 12 (Marea Atlántica, la dirección de Anova) que se negaron a votar.  (...)

En la resaca del plenario, no es que ninguno de los bandos se muestre satisfecho. Yolanda Díaz pidió la "refundación" de En Marea. El alcalde compostelano, Martiño Noriega ―que tampoco―, asumió un perfil bajo: “Soy dueño de mis silencios y mis asistencias”, señaló. Luis Villares se limitó a comentar que “los que no asistieron es que tendrían otras ocupaciones”, pero reconoció que “sería un irresponsable si no estuviese preocupado”. 

La verdad, la mayoría de los que conocen por dentro el proceso, quieran ser identificados o no, coinciden en que la brecha va a ser muy difícil de soldar. “La convivencia entre gente que se enfrentó a cara de perro, que protagonizó escisiones, es prácticamente imposible”, reconoce una fuente. Rodríguez ve cercana incluso la posibilidad de una escisión: “Podemos solo quiere una coalición electoral, el volante está en Madrid, y allá no interesa una En Marea que vuele mucho por sí misma. 

Y EU tampoco quiere que se consolide un partido”. “Si se consolida la fusión IU-Podemos, probablemente lo que intenten en Madrid es hacer algo con Xulio Ferreiro de referente institucional y el soporte orgánico de EU”, aventura un exdirigente de Anova que no se considera representado en ninguno de los bandos. Daniel Cao se muestra más optimista. 

"Estamos en un punto de inflexión grave, pero esto no es una cuestión de nacionalismo o no, aquí nadie defiende esas posturas reaccionarias de la unidad de España, como alguna izquierda tradicional. El debate es entre concepciones políticas antagónicas. Pero en las elecciones que vengan seguiremos apostando por un espacio de unidad”.  

Quizá el titular televisivo apresurado, llamativo e inexacto sea aquello que le decía Humpty Dumpty a Alicia: “La cuestión es saber quién manda..., eso es todo”.                  (Xosé Manuel Pereiro , CTXT, 19/07/17)

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