15.9.17

La élite política y económica española, con una formación inferior a la de sus empleados y electores, decidió hace mucho tiempo, que los jóvenes españoles bien formados acabarían en el exilio, y el resto ocuparían puestos precarios, camareros, crupieres etc. Ya lo han conseguido

"Los datos de afiliación a la Seguridad Social del pasado mes de agosto reflejan de manera cruda y precisa lo que es nuestra querida España, por obra y gracias de nuestras élites políticas y económicas. Es un país donde predominan los empleos temporales, precarios, estacionales, ligados básicamente al sector servicios, especialmente turismo.

 Lo que eufemísticamente, y de manera incorrecta, denominamos país de camareros y crupieres. Eso sí, “son los camareros mejor preparados del mundo”, tal como afirmó en una reciente entrevista radiofónica, quiero pensar que de manera inconsciente, la inefable Vicepresidenta del gobierno patrio, Soraya Saenz de Santamaría. Cínicos salva patrias. 

Sin embargo, los datos ponen de manifiesto algo todavía más preocupante, y que hemos defendido desde estas líneas: se están agotando las razones exógenas que hay detrás de la mejora económica patria. (...)

Porque nuestro modelo productivo, salvo un tejido espectacular de mediana y pequeña empresa exportadora, surgido allá por los 90, y que empieza a ser asaltado por capital especulativo foráneo, sigue siendo el mismo: burbujas, camareros y crupieres. Y los datos de agosto reflejan una vez más esta idea.

 Si nos fijamos en la evolución de los datos diarios, oh sorpresa, el último día de agosto la afiliación disminuyó en 266.362 trabajadores. Nada nuevo en el horizonte. No se genera empleo, se reparte miseria  (...)

La élite política y económica, con una formación académica y un bagaje intelectual en muchos casos inferior a la de sus empleados y electores, en vez de promover el talento, la innovación y el emprendimiento, decidió hace mucho tiempo, para el futuro de nuestros hijos, otra cosa bien distinta. La propuesta del actual ejecutivo para nuestra querida España era muy clara. 

Con ella, los jóvenes españoles bien formados acabarían en el exilio, y el resto ocuparían puestos precarios, temporales, estacionales, entre ellos los de camareros y crupieres de los millones de turistas que vengan a España a tomar sol y playa. Y debo reconocer que lo han conseguido.

 El mercado laboral español recoge los frutos sembrados durante décadas por las élites económicas patrias, básicamente rentistas, dominadas por la interacción de una serie de oligopolios dañinos para nuestra salud. El binomio bancario-inmobiliario, aderezado con distintos monopolios naturales privatizados, ha subyugado, y sigue subyugando, la vida económica de este país. 

Pero para ello contaron con la colaboración, incluso con el diseño, de una parte de nuestra clase política que, en plena ola burbujil, alentó un endeudamiento masivo que hundió definitivamente las esperanzas de futuro de este país. 

Este proceso se agudizó cuando esas mismas élites, durante la Gran Recesión, implementaron un rescate bancario que protegió a los bonistas extranjeros, concediendo además “regalos” varios a diferentes oligopolios, todo ello a costa de los contribuyentes, especialmente los más jóvenes, lo que incremento la deuda pública patria más allá de los estabilizadores automáticos. Sin soberanía monetaria, dicha deuda es insostenible.

 Los factores transitorios que explican la evolución reciente de la economía española se están desvaneciendo. Los efectos positivos tanto de la muy tímida relajación presupuestaria como de la compra de deuda pública por parte de Banco de España se están diluyendo. Si además el euro continúa apreciándose, el panorama se vuelve sombrío.

 Pero la situación se agravaría todavía más si aumentara, como así prevemos, la aversión al riesgo global, ya que en ese caso se desataría, desde un punto de vista estrictamente económico, la tormenta perfecta, con una combinación de crisis de deuda soberana y crisis bancaria. Ello pondría de manifiesto que nuestra economía tiene pies de barro. Entraríamos en la Segunda Fase de la Gran Recesión. 

Y si eso ocurre, (...) las élites volverán a exigir nuevas devaluaciones salariales en nombre de palabra huecas como competitividad y productividad. Y de nuevo tratarán de idear y diseñar la enésima reforma laboral. La pregunta es la de siempre, ¿hasta cuándo los trabajadores, especialmente los  más jóvenes, lo van a permitir?"                         (Juan Laborda, Vox Populi, 07/09/17)

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