"(...) El economista David Cayla analiza para CTXT las dificultades
que Macron tendrá para llevar a cabo su proyecto y las contradicciones
que existen detrás de la idea de una Europa federal.
Este investigador
académico en la Universidad de Angers es el coautor de la obra La fin de l’Union Européenne,
escrita junto con la ensayista Coralie Delaume.
Para él, el optimismo
que vuelve a reinar entre los dirigentes europeos amenaza con disimular
los desequilibrios económicos que persisten entre el norte y el sur de
Europa. “Si las reglas europeas continúan empobreciendo a los más pobres
y enriqueciendo a los más ricos, la situación terminará siendo
insostenible”, explica durante la entrevista telefónica.
¿Cómo analiza el proyecto de reforma de la Unión Europea en clave federal de Emmanuel Macron?
Se trata de una respuesta a la crisis de la zona euro y del mercado
único, que se acentuó a partir de 2010. El espacio europeo se ha
polarizado. En el corazón de Europa, Alemania se ha visto muy
beneficiada con el mercado único, mientras que los países del sur se han
empobrecido. Para compensarlo, Macron pretende impulsar un suflé
federal.
Es decir, una unión de transferencias de las zonas más ricas
del norte hacia las más pobres del sur, aquellas que necesitan una mayor
inversión. Mediante la creación de un presupuesto y un parlamento de la
zona euro, espera compensar los desequilibrios del mercado único
¿Considera que este proyecto servirá para contrarrestar los desequilibrios económicos en el interior de la UE?
En teoría, sí pero el gobierno alemán se opone a este proyecto. Este
no quiere tener que pagar para impulsar la industria en Portugal o
España. Así que lo más probable es que la UE continúe con su huida hacia
adelante con el dumping fiscal y social.
Durante los últimos
años, los gobiernos español y portugués han aplicado reformas muy duras,
que han comportado una bajada salarial. En Portugal también se ha
llevado a cabo una política de dumping fiscal.
Para relanzar la
economía, se han exonerado los impuestos para las empresas y las
personas extranjeras que decidan instalarse en el país. Pero se trata de
una estrategia que no es cooperativa y que favorece la competencia
entre los países para atraer el capital.
Durante su discurso de la Sorbona, Macron puso la fecha de
2024 como el año en el que culminaría su reforma federal de la UE. ¿Es
posible la construcción de unos Estados Unidos de Europa a mediados de
la próxima década?
Me parece que hay una gran ilusión detrás del proyecto de Macron.
Sobre el papel, la idea parece interesante, pero su realización es muy
complicada. Macron no ha encontrado el apoyo de ningún dirigente.
Si lo
hubiera hecho, ya habría publicado una tribuna en los grandes periódicos
europeos. Pero no lo ha hecho ya que ninguno de los grandes países
europeos está de acuerdo con su reforma federal. No sé quién le seguirá y
cómo convencerá a los otros dirigentes.
La razón de la falta de apoyos
de Macron es que los intereses de los países de la UE son divergentes.
Alemania rechaza cualquier tipo de unión de transferencias. Las últimas
elecciones alemanas muestran que vamos hacia un endurecimiento de esta
posición, con la entrada de los liberales alemanes en el gobierno.
Además, la crisis de los refugiados ha revelado la ausencia de
solidaridad entre los Estados europeos. Los países más afectados, como
Grecia o Italia, no han recibido la ayuda de los otros países. Hay una
crisis estructural que dificulta ver cómo una opción federal servirá
para superar los desacuerdos nacionales.
Pero el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, también defiende una Europa federal…
Sí, pero hay una cierta ambigüedad respecto a esta opción
federalista. Macron defiende la creación de un presupuesto de la zona
euro que impulse las inversiones en los Estados menos competitivos. Pero
también habla de escoger un ministro de Finanzas europeo.
Este se
encargaría de controlar sobre todo los presupuestos nacionales y los
déficits de los países. Por otro lado, Juncker quiere impulsar una
Europa federal a través de una armonización fiscal. Existe el proyecto
de uniformizar los impuestos de sociedades. Pero no todos los Estados
están de acuerdo con ella.
Por ejemplo, Irlanda, Luxemburgo, Bélgica,
Holanda… Son países que tienen unos impuestos muy bajos para intentar
atraer a empresas. Aunque la Comisión Europea condenó a Apple en agosto
de 2016 a pagar 3.000 millones de euros, el gobierno irlandés no ha
hecho nada para cobrar esta multa.
¿Considera que esta falta de cooperación entre los Estados
amenaza el futuro de Europa? ¿O lo peor ya ha pasado para la UE, después
de haber resistido a la crisis del euro, el Brexit y la ola de la
extrema derecha?
Sin duda alguna, la fragmentación de la UE sigue siendo una
posibilidad. El mercado único favorece que los países ricos sean más
ricos y los pobres más pobres. Esto no facilita que una sociedad pueda
entenderse y cooperar fácilmente.
Si las reglas europeas continúan
empobreciendo a los más pobres y enriqueciendo a los más ricos, la
situación terminará siendo insostenible. La triste realidad es que la
crisis de la zona euro podía haberse resuelto de otra forma.
Podíamos
haber admitido que la crisis en Grecia no era sólo un problema de los
griegos, sino de todos los europeos. Podíamos haber comprendido que el
problema de la desindustrialización española, italiana o francesa no es
sólo el resultado de la incapacidad de estos países para ser más
competitivos.
El problema es que se han implantado en todos los países las
políticas de la oferta. Hemos bajado los costes salariales y los
impuestos sobre el capital y las empresas para atraer nuevas
inversiones. Pero como todos los países aplican estas medidas, estas
terminan por autodestruirse.
Cuando observamos los niveles de
industrialización, vemos que Alemania, Holanda o Austria son los países
que han recuperado sus niveles de antes de la crisis. En cambio, el
nivel de facturación industrial de Italia, Grecia o España todavía se
encuentra por debajo del de antes de 2007. En efecto, los desequilibrios
se incrementan en lugar de reducirse.
Macron apuesta claramente por estrechar su relación con la
canciller alemana Angela Merkel. ¿Cree que el presidente francés puede
incrementar el peso de Francia en el binomio franco-alemán?
Me parece un error fundamental de Macron el hecho de que dé tanta
importancia al binomio franco-alemán. La estrategia de Macron es seducir
a Merkel. Pero esta no se ha comprometido en ningún momento a apoyar su
proyecto federal. Se trata del viejo mito de la pareja franco-alemana.
Este podía funcionar durante los años ochenta, pero no ahora.
Los
intereses franceses y alemanes ya no son los mismos. Francia forma parte
de los perdedores de la UE y Alemania de los ganadores. El gobierno
francés debería aliarse con el italiano o español, en lugar de estrechar
sus vínculos con el alemán.
Pero después de las elecciones generales de septiembre,
Merkel se encuentra en una posición de debilidad, ya que deberá
conformar un gobierno de coalición, probablemente inestable, con los
liberales y los verdes. ¿Esto puede incrementar el peso de Francia en la
toma de decisiones y favorecer que Macron saque adelante su proyecto
federal?
No creo, me parece que pasará lo contrario. Cuando un país en Europa
se encuentra paralizado, esto dificulta que los otros puedan impulsar
reformas. Si el gobierno alemán es débil, esto favorecerá un repliegue
del gobierno alemán sobre sí mismo y que este se muestre reticente a
cualquier cambio en el funcionamiento de la UE. (...)
En su obra La fin de l’Union Européenne, explica que
la reunificación alemana refuerza las actuales reticencias de los
dirigentes alemanes para favorecer que hayan políticas de redistribución
en Europa. ¿Por qué?
La experiencia de la reunificación entre la República Federal Alemana
y la República Democrática Alemana fue traumatizante. La economía
alemana tardó más de diez años en digerirla. Los alemanes del oeste
tuvieron la sensación de pagar un precio muy elevado, ya que asumieron
el coste de subvencionar al Este. En cambio, los habitantes de la RDA se
sintieron colonizados. (...)
Si la reunificación tuvo un coste tan grande, los alemanes no quieren pagar ahora para ayudar a Grecia o Italia.
¿Los actuales desequilibrios entre los países del norte y el
sur de Europa ya eran previsibles cuando se impulsó la creación de la
UE?
Entonces ya era previsible y por desgracia los dirigente europeos no
lo previeron. Cualquier sistema económico unificado produce estos
efectos de polarización. El hecho de tener una moneda única y de no
tener barreras en los intercambios comerciales favorece esta
concentración de la riqueza en unas zonas en perjuicio de otras.
Por
ejemplo, la construcción de Francia como Estado-nación comportó el
enriquecimiento de algunas ciudades y el empobrecimiento del campo. Así
que podíamos esperar que sucediera lo mismo en el caso de la UE.(...)
¿Estos desequilibrios se han visto acentuados con la adopción del euro?
Sí, el euro ha reforzado este efecto. Cuando cada país tiene su
moneda nacional, los capitales resultan menos móviles porque invertir en
otro país comporta el riesgo de que la moneda del país extranjero se
devalúe. Además, el euro imposibilita que los niveles de inflación
puedan variar entre un país u otro.
Antes del euro, los países podían
devaluar su moneda para incrementar su competitividad. Ahora esto es
imposible. La única respuesta para un país que se desindustrializa es su
devaluación interna. Es decir, impulsar devaluaciones de los salarios y
los precios del país. Pero esto tiene un coste social muy grande.
¿Cree que esta fragmentación económica favorece la emergencia
de nuevos nacionalismos? ¿Alimenta el sentimiento independentista en
las regiones más ricas, como es el caso de Catalunya?
Cuando la competencia es lo primero y la solidaridad lo segundo, se
priman los intereses nacionales. Cada Estado intenta ser lo más
competitivo posible. Esta disputa económica tiene lugar entre los
Estados, pero también dentro de los Estados. Esta cultura de la
competitividad a cualquier precio lleva a las regiones más ricas a
querer independizarse de las más pobres
Podemos hablar de Catalunya,
pero también sería el caso del norte de Italia o de Flandes en Bélgica.
Me parece que la UE tiene una cierta responsabilidad en la acentuación
de esta tendencia. Cuando se favorece la competitividad entre los países
en lugar de la diversidad de las culturas y las naciones, esto termina
contribuyendo a la exacerbación de la competitividad y de los
nacionalismos. (...)" (Entrevista a David Cayla / economista y coautor de ‘La fin de l’Union Européenne’, Enric Bonet, CTXT, 14/11/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario