"Hace 25 años, la asociación norteamericana Union of
Concerned Scientists y más de 1500 científicos independientes,
incluyendo la mayoría de los Premios Nobel en Ciencias que vivían
entonces, escribieron “La Advertencia de los Científicos del Mundo a la
Humanidad”, 1992.
Estos profesionales preocupados, reclamaron a la
humanidad que frenase la destrucción ambiental y avisaron de “sería
necesario un gran cambio en nuestra forma de cuidar la Tierra y la vida
sobre ella, si quería evitarse una enorme miseria humana...”.
En su
manifiesto, mostraban que los seres humanos estaban en rumbo de colisión
con el mundo natural. Expresaron preocupación acerca de daños actuales,
inminentes y potenciales sobre el planeta Tierra por: La destrucción de
la capa de ozono, la disponibilidad de agua dulce, el colapso de la
pesca marina, el incremento de zonas muertas en los océanos, la pérdida
de masa forestal, la destrucción de biodiversidad, el cambio climático y
el crecimiento continuado de la población.
Proclamaron que cambios
fundamentales eran urgentes y necesarios para evitar las consecuencias
que nuestro actual rumbo podrían acarrearnos.
Los autores de la declaración de 1992 temían que la
humanidad estaba empujando a los ecosistemas de la Tierra más allá de su
capacidad de soportar la red de la vida. Describieron cuán rápido nos
estábamos aproximando a muchos de los límites de lo que el planeta puede
tolerar sin daños serios e irreversibles.
Los científicos alegaron que
deberíamos estabilizar la población, describiendo como la enorme cifra -
que ha crecido en 2000 millones desde 1992, un incremento del 35 % -
ejerce una presión sobre la Tierra que puede aplastar otros esfuerzos
para conseguir un futuro sostenible (Crist et al. 2017). Imploraron que
redujéramos las emisiones de gases efecto invernadero (en adelante, GEI)
y eliminásemos los combustibles fósiles, redujéramos la deforestación y
revirtiéramos la tendencia de extinción de la biodiversidad.
En el 25º aniversario de su llamada de atención,
miramos hacia atrás a su alarma y evaluamos la respuesta humana,
analizando la evolución en el tiempo de los indicadores disponibles.
Desde 1992, con la excepción de que se ha estabilizado la capa de ozono,
la humanidad ha fracasado en hacer suficientes progresos para resolver
esos retos ambientales previstos y, de manera muy alarmante, en la
mayoría de ellos, estamos mucho peor que entonces.
Especialmente
preocupante es la trayectoria actual del catastrófico cambio climático
de origen humano debido a las crecientes emisiones de GEI procedentes de
la quema de combustibles fósiles (Hansen et al. 2013), la deforestación
(Keenan et al. 2015) y la producción agrícola - principalmente por la
ganadería de rumiantes y el consumo de carne (Ripple et al. 2014).
Además, hemos desatado un evento de extinción masiva de especies, la
sexta en unos 540 millones de años, mediante la cual muchos de las
actuales formas de vida podrían ser aniquiladas o, como poco,
comprometidas a la extinción hacia el final de este siglo.
Por la presente, damos un Segundo Aviso a la Humanidad
(...). Estamos poniendo en peligro nuestro futuro por nuestro
desproporcionado consumo material y por no darnos cuenta de que el
alocado crecimiento de la población mundial es el principal impulsor
detrás de la mayoría de amenazas ecológicas e, incluso, societales
(Crist et al. 2017).
Con su fracaso en limitar adecuadamente el
crecimiento de la población, en reevaluar el papel de una economía
enraizada en el crecimiento permanente, en reducir la emisión de GEI, en
incentivar la energía renovable, en proteger el hábitat, en restaurar
los ecosistemas, en parar la extinción de fauna, en frenar las especies
invasivas, la humanidad no está tomando los pasos urgentes que
necesitamos para salvaguardar nuestra muy amenazada biosfera.
Puesto que la mayoría de líderes políticos responde a
la presión, los científicos, los medios de comunicación y los ciudadanos
deben insistir en que sus gobiernos pasen a la acción inmediata, como
un imperativo moral hacia las actuales y futuras generaciones, humanas y
de otras formas de vida. Con una marejada de esfuerzos desde
organizaciones surgidas desde el pueblo, la obstinada oposición puede
ser superada y los líderes políticos se verán obligados a hacer lo
correcto.
Es también el momento de reexaminar y modificar nuestros
comportamientos individuales, incluyendo nuestra propia reproducción
(idealmente, al nivel de reemplazo, 2 hijos por mujer, como máximo) y
reducir drásticamente nuestro nivel de consumo per-cápita de
combustibles fósiles, carne y otros recursos.
La rápida reducción mundial de las sustancias que
destruían la capa de ozono nos muestra que podemos hacer cambios
positivos cuando actuamos de manera decidida. También hemos hecho
avances importantes para reducir la pobreza extrema y el hambre (www.worldbank.org).
Otros progresos notables incluyen: rápida reducción de las tasas de
fertilidad en muchas regiones mediante políticas educativas entre
mujeres y jóvenes (www.un.org/esa/population), la
prometedora reducción de la tasa de deforestación en algunas regiones y
el rápido despliegue de energías renovables.
Hemos aprendido mucho desde
1992, pero el progreso de los cambios necesarios y urgentes en
políticas ambientales, comportamiento humano y reducción de las
inequidades globales está, todavía, lejos de ser suficiente.
Las transiciones hacia la sostenibilidad se pueden
producir de diferentes maneras, pero todas requieren presión de la
sociedad civil y argumentaciones basadas en evidencias, liderazgo
político, políticas adecuadas, mercados y otras consideraciones.
Ejemplos de acciones diferentes y efectivas que la humanidad puede tomar
para la transición a la sostenibilidad incluyen (sin presumir orden de
importancia o urgencia):
Priorizando la promulgación de grandes reservas protegidas de una proporción significativa de los hábitats terrestres, marinos, de agua dulce y aéreos de todo el mundo;
Mantenimiento de los servicios ecosistémicos de la naturaleza parando la conversión de selvas, bosques, pastizales y otros hábitats naturales;
Restaurar comunidades con plantas autóctonas a gran escala, principalmente, bosques;
Devolver a la naturaleza salvaje zonas con especies nativas, especialmente con depredadores ápice, para recuperar procesos y dinámicas ecológicos;
Implementar políticas adecuadas para remediar la extinción de especies animales, la caza furtiva y la explotación y comercio de especies amenazadas;
Reducir el desperdicio de alimentos mediante educación y mejores infraestructuras;
Promover un cambio hacia dietas más vegetales y menos animales;
Promover la reducción adicional de los índices de fertilidad procurando que mujeres y hombres tengan acceso a la educación reproductiva y a los servicios voluntarios de planificación familiar, especialmente, en lugares donde falten tales recursos;
Aumentar la educación ambiental para niños y fomentar un mayor aprecio por la naturaleza por parte de la sociedad.
Desinvertir en inversiones monetarias e invertir en iniciativas que promuevan cambio ambiental
Idear y promover tecnologías no contaminantes y adoptar masivamente energías renovables y, simultéaneamente, eliminar subvenciones a la producción de energía con combustibles fósiles.
Revisar nuestra economía para reducir desigualdades y asegurarse que precios, impuestos y sistemas de incentivos tengan en cuenta los costes reales que nuestro patrón de consumo imponen en nuestro medio ambiente; y
Evaluar de manera científica el tamaño de población humana sostenible a largo plazo y pedir a las naciones y a sus líderes que apoyen ese objetivo vital.
Para prevenir pérdidas catastróficas de biodiversidad y
un deterioro generalizado de las condiciones de vida humana, la
humanidad debe poner en práctica una forma de vida más sostenible
ambientalmente que la actual (“business as usual”). Esta receta ya fue
bien articulada hace 25 años por los científicos del mundo, pero en la
mayoría de los temas, no hemos escuchado su llamada de atención.
Pronto será demasiado tarde para cambiar el rumbo de
la actual trayectoria que nos lleva al fracaso y nos estamos quedando
sin tiempo. Debemos reconocer, en nuestras vidas diarias y en nuestras
instituciones de gobierno, que la Tierra con toda su vida es nuestro
único hogar.
Manifiesto firmado por 15 364 científicos de 184 países.
Autores: William J. Ripple,
Christopher Wolf, Mauro Galetti, Thomas M Newsome, Mohammed Alamgir,
Eileen Crist, Mahmoud I. Mahmoud, William F. Laurance" (Viento Sur, 20/11/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario