18.12.17

Morar en Lisboa: en su campaña contra la gentrificación de algunos barrios lisboetas, dicen “no queremos ser otra Barcelona”

"(...)  En Barcelona se ha logrado poner en discusión el modelo turístico y de ciudad. 

A. A.:
Eso hace unos años era totalmente impensable. Esta alianza tácita, no escrita, entre el sector de la academia, los movimientos sociales y algunos medios de comunicación ha ayudado muchísimo a que hayamos conseguido cambiar el frame de lo que se habla, de las preguntas. Una voz antes muy minoritaria, que no se escuchaba, que si se oía se ridiculizaba. “¡Cómo te atreves a criticar lo que da de comer a la gente!”, decían. Bueno, pues eso se ha revertido y ahora los puntos desde los que debatimos son otros. 

Claudio Milano: Ha sido muy rápido pasar de la euforia olímpica a la crítica. Estamos viviendo ahora los efectos negativos del maragallismo y ojalá que de aquí a un par de décadas podamos hablar de los impactos positivos que puedan generar estos movimientos.

 A. A.: No es en vano que en las últimas encuestas municipales sobre las preocupaciones de los barceloneses aparecía el turismo en primer lugar, por encima, por ejemplo, del paro. Es muy significativo.

Este debate no es algo exclusivo a Barcelona. 

C. M.:
En el sur de Europa es donde estos movimientos críticos con el modelo turístico están más vivos: Barcelona, Lisboa, Venecia… Si bien en Ámsterdam o Berlín hay discursos contra el turismo masivo, no hay una politización tan organizada y estructurada como en el sur de Europa.

A. A.: En cuatro o cinco años se ha creado un mapa de respuesta a muchos de los efectos de la industria turística que antes no existía. Eso está abriendo nuevos espacios a los movimientos sociales. Ahora es como si se hubiese revelado un panorama nuevo.

Sin ir más lejos, Donostia es un gran ejemplo de la velocidad con la que prenden estos movimientos. Cuando se conectan unos nodos y se crea una explicación muy clara de cuál es el panorama en ciudades que de repente tienen un atractivo turístico, y cómo eso se vincula con las dinámicas de especulación y gentrificación, o de vender la ciudad al mejor postor. Al fin y al cabo, el turismo es una de las caras más fácilmente explicables de cómo funciona el capitalismo global. 

Barcelona, de ser un modelo a exportar, se ha convertido en la línea roja. 

C. M.:
En el mundo angloparlante se utiliza mucho el concepto overturism. Y el primer ejemplo que dan es Barcelona. Hace poco estuve en Madrid y allí también usaban Barcelona de esa manera. 

A. A.: Hay una gente que se llama Morar en Lisboa y en la campaña contra la gentrificación de algunos barrios lisboetas en los primeros párrafos dicen “no queremos ser otra Barcelona”. Esto es importantísimo. Antes Barcelona era un modelo a imitar y la masificación turística lo ha convertido en un antimodelo a nivel internacional. 

“Barcelona es un modelo de éxito, de colaboración entre lo público y privado, y muchas ciudades del mundo han venido a copiarlo”, dice el presidente del consorcio Turisme de Barcelona, Joan Gaspart. El mismo que llegó a gestionar 170 hoteles en 125 ciudades del mundo y es cónsul honorario de las islas Seychelles. 

C. M.:
Hay catalanes que han alquilado la casa en La Rambla y ahora se han forrado. Entonces te podrían hablar positivamente del modelo turístico. Pero de lo que no hay ninguna duda es que quien se ha enriquecido aquí: los lobbies hoteleros. Y por algo se ha hablado tanto del salto atlántico. 

Esas grandes compañías hoteleras, como Sol Meliá y Barceló, no solamente han utilizado el boom del turismo en Barcelona y la península sobre todo en los 80 y 90, también durante la década del 2000 empezaron a exportar el modelo del “todo incluido”. El gran boom hotelero del Caribe y del nordeste de Brasil pasa por el capital catalán y balear. 

A. A.: En el caso de Barcelona el caso de Gaspar es interesante. Cómo el alojamiento y la promoción iban de la mano. Como buena industria global, muchos se han enriquecido, sobre todo la gente que controla las grandes estructuras que se generan alrededor del turismo: transporte, alojamiento, promoción y otros espacios estratégicos. Barcelona ha sido sobre todo un modelo exitoso de marketing internacional. 

Ha sabido venderse de forma excelente alrededor del planeta. Y los mismos que han organizado esas campañas de marketing tenían intereses directos en una de las partes centrales del conglomerado del turismo, como la hostelería.

Se ha construido sobre una lógica que impera en todo funcionamiento bajo una economía capitalista: la precarización y explotación progresiva de las grandes masas de personas que trabajan para el turismo. Sea en un hotel de Barcelona o de Cancún. Se están amasando grandes fortunas, pero la distribución de la riqueza que se genera es cada vez más desigual. 

Ahí aparece la imprescindible colaboración del poder político. 

A. A.:
Es un tema central. Todos estos conglomerados vinculados a la penetración y desarrollo del turismo, no se pueden construir sin una activa colaboración del sector público. De hecho, el turismo ha generado unos regímenes público-privados muy fuertes. Turisme de Barcelona es eso mismo, un consorcio donde están los principales industriales, comerciantes, promotores turísticos y la administración pública. Ellos hacen y deshacen conjuntamente en una mesa. 

C. .M.: Eso lo vemos, por ejemplo, con la llegada de Ryanair a Girona. Fue un cambio radical en la conformación y la geopolítica turística catalana. Sucede por la ayuda del fondo público. Al igual que la llegada al aeropuerto de Barcelona de ese gran lobby llamado Vueling; fue gracias al empuje público y transformó totalmente el transporte aéreo en Barcelona. 

A pesar de esa participación pública, el sector turístico sigue siendo muy opaco. 

A. A.:
Una parte clave en todo esto es el tema de la información. Esa alianza público-privada ha generado una absoluta opacidad y hasta prácticamente hoy la información oficial en esta ciudad sobre el turismo es la que publica cada año Turisme de Barcelona. 

C. M.: ¿Cuantas licencias hay en Barcelona para pisos turísticos? 9.606 según datos de hace unos años. Airbnb en agosto promocionaba 17.000 alojamientos turísticos. Casi el doble, y no tenemos datos de esas pernoctaciones. Y si hablamos de llegadas de personas la cifra es superior a 30 millones de personas, al igual que Venecia. Pero si hacemos caso únicamente a los datos de pernoctaciones solo hablaríamos de 9-11 millones. La ocultación de datos es un problema que se repite en varias ciudades europeas. 

Os quiero plantear varios mantras que hemos escuchado este verano. El primero, “el turismo produce riqueza y crea puestos de trabajo”. 

C. M.:
Bien. ¿Riqueza para quién? ¿Cómo se redistribuye? ¿Qué tipos de empleo crea? Hace poco se convirtió en viral un anuncio en el que se buscaba una camarera para un hotel de Barcelona por 600 euros al mes. Si esa es la riqueza que genera el turismo, entonces obligatoriamente tenemos que pensar alternativas. 

Hablar de sostenibilidad con el turismo es una utopía. El turismo siempre genera impactos. Podemos hablar de turismo de bajo impacto, pero no de turismo sostenible. Necesariamente hay que hablar de sostenibilidad económica. Y el modelo actual no es sostenible a nivel económico por el trabajo que genera y por la no redistribución de los beneficios. 

“Criticar el turismo no tiene sentido porque todos somos turistas”. 
 
C. M.: La crítica de los movimientos sociales nunca ha sido para con los turistas. No se dirigían a la pareja de daneses, franceses o italianos que pasean por Las Ramblas. Los medios pusieron de moda las pintadas de “Tourist go home” junto con un par de acciones de Arran. Pero la verdadera crítica era contra el modelo, contra el monocultivo turístico y no contra las personas. 

Claro que somos turistas. Los compañeros de los movimientos sociales críticos con este modelo probablemente en agosto han ido de vacaciones. Pero eso no tiene nada que ver con la crítica a un modelo y con promover la distribución de beneficios.
“Turismofobia”. 
 
A. A.: Ha sido una herramienta utilizada inteligentemente por parte de los lobbies, precisamente para desacreditar todo el discurso crítico sobre la turistificación y sus efectos negativos. Están muy preocupados porque se ha desplazado el marco del debate. Eso que Agustin Cócola llama ideología del turismo. Es similar a lo que ocurrió con la monarquía española en una época, parecía que no podías hablar mal de ella. Pero ya no manejan todo el framing sobre el cual se habla sobre el turismo y crean alternativas para intentar descreditar los nuevos discursos. 

La turismofobia ha sido uno de sus intentos con más éxito este verano. Han conseguido situar la palabreja en el centro del debate y que la gente empezara a hablar de una forma confusa entre lo que es la crítica a los efectos negativos de la masificación turística y una suerte de xenofobia o desprecio al turista. 

Y claro, nosotros nos hemos pasado todo el verano intentando explicar que una persona sea racista, que desprecie a un negro, a un musulmán o a un turista, y que una persona que trabaje para desenmascarar a la industria turística no tienen nada que ver. Nos han obligado a adoptar una postura defensiva este año. Pero les va a durar poco el éxito porque es muy fácil poner en discusión su funcionamiento. 

C. M.: Todo ese bombo mediático que le han dado a la turismofobia también ha tenido algo positivo. Ha informado, empoderado y concientizado a personas que antes no prestaban atención al debate del modelo turístico. 

“Descentralización, desestacionalización, descongestión” 

C. M.:
Son mentiras. No es más que aplazar en el tiempo y espacio un mismo problema. No cambia nada. 

“El turismo es algo tan global que no se puede hacer nada”. 

A. A.:
Lo primero es empezar a tener un mapa de qué es lo que está ocurriendo. La gran mayoría de la gente todavía asocia el turismo a bienestar, a generación de empleo, a desarrollo social, etc. Se está empezando a decir que no, que el turismo también se puede asociar a subdesarrollo social, a precariedad laboral, a pérdida de derechos de las ciudades, etc. 

Para poder ver el alcance de la crítica y de la movilización social contra los efectos negativos de la industria turística primero tenemos que tener información al respecto. Aún no existe. Entonces, claro que se pueden hacer cosas. 

Te enfrentas a un monstruo que es mucho más fuerte que tú, y que junta a gente que tiene más poder que tú. Eso es evidente. El turismo global no deja de ser una de las caras sonrientes del capitalismo contemporáneo. Sería lo mismo que decir que contra el capitalismo no se puede actuar. Claro que se puede, tal y como lo demuestran un montón de personas y movimientos que trabajan para crear alternativas al capitalismo alrededor del mundo. 

Se habla de decrecimiento turístico. ¿Es posible? 

C. M.:
Sí. Cuando algunos movimientos sociales hablan de decrecimiento, proponen medidas tan coherentes como “no gastar más dinero público en la promoción turística de la ciudad, porque la ciudad se vende por si sola”. 

También se puede mejorar el plan municipal para las licencias turísticas. Ahora no dan más licencias en Ciutat Vella, pero sí en Eixample, Gràcia o Sants. Eso es una metástasis. Hay que cambiarlo.
La vivienda es el gran problema de Barcelona. El precio del metro cuadrado ha vuelto a superar los 4.000 euros, desde el 2008 no ocurría. O sea, estamos de nuevo en una burbuja. ¿Es el apartamento turístico, el llamado vacacional rental, el problema? No solamente, pero no hay ninguna duda de que influye. 

¿Y qué pasa con el puerto de Barcelona? No hay ningún tipo de participación ciudadana en los consejos del puerto. Ninguna. ¿Cómo hemos pasado de 9 millones a 30 millones de llegadas turísticas a Barcelona? En parte, sin duda, es por el turismo de crucero. Y no tenemos ningún tipo de participación en ello. Estas son medidas son coherentes y nada difíciles de realizar. 

A. A.: Hay que conectar el discurso del decrecimiento/sostenibilidad con la redistribución de la riqueza o la desincentivación de lo que implica forrarse. Es fácil atacar un relato crítico al decrecimiento turístico diciendo, “qué vais a hacer, ¿poner un peaje a los autocares?, ¿restringir las llegadas al aeropuerto?, ¿vallar la Ciutat Bella?”.

 Pues no. No se trata de ese tipo de dinámicas coercitivas con respecto a la gente. Lo que hay que hacer es precisamente apuntar al negocio. La primera “medida decrecentista” –con muchas comillas– aquí fue la tasa turística. Eso implicaba pagar un euro por pernoctación en hotel. 

El consorcio de Turisme de Barcelona puso el grito en el cielo, y consiguieron que el dinero de la tasa se invirtiese en la promoción turística de Barcelona. Es decir, consiguieron abrir otra vía recaudatoria para ellos mismos a la vez que vendían hacer algo por la sostenibilidad. 

Esas estrategias son las que hay que combatir. Porque lo que vamos a ver en los próximos tiempos es cómo esos lobbies van a empezar a llenarse la boca de sostenibilidad turística, igual que hacen las grandes empresas con la economía verde. Más marketing para buscar otras vías de negocio. Hay que tomar medidas para redistribuir los beneficios y limitar la barra libre que han tenido las grandes empresas que se han beneficiado del turismo. 

C. M.: AirBnB, Uber y similares, al principio, fueron vistas como una posibilidad de redistribuir los beneficios del turismo, y al final se han mostrado como una economía sumergida. Se han convertido en lo que podríamos llamar “capitalismo de la plataforma”.  (...)"               

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