22.5.18

La sociedad argentina actual muestra poderosos diques de contención y defensa frente a las políticas del ajuste. Pero nada indica que los créditos que provengan del FMI no alimenten la fuga de capitales.

"(...) ¿Cuál es su visión sobre el anuncio de volver a recurrir al FMI?

El anuncio del Presidente de volver a pedir un crédito al Fondo Monetario Internacional, luego de 12 años en que el gobierno de Néstor Kirchner saldara la deuda con esa entidad, produjo una fuerte conmoción en la sociedad. 

Al temor que suscita la posibilidad de una crisis económica se agregan inquietudes de otro orden vinculadas con la experiencia histórica de la población sobre los significados de un acuerdo con el FMI.

En primer lugar se trata de los impactos sociales de un importante ajuste del gasto público para reducir drásticamente el déficit fiscal, que afectará el ingreso de los jubilados y de los empleados estatales tanto de la administración como de los servicios de salud, de la educación pública en todos sus niveles y de otros servicios sociales. 

A estos ajustes cabe agregar el incremento del desempleo y la pobreza que pueden derivar de la recesión económica, un fenómeno  sistemáticamente asociado con la aplicación de los programas y reformas exigidos por el Fondo y que condicionan la entrega de los tramos sucesivos del crédito a otorgar.  (...)

¿Cuáles son los antecedentes de esta situación?

Jorge Schvarzer y Jorge Sábato, en un notable ensayo[1], identifican como un factor decisivo entre las causas de la crónica inestabilidad política argentina las características de su clase dominante, dada su pretensión de aplicar un modelo inviable de desarrollo económico que desemboca, de manera sistemática, en este tipo de crisis.

 Es decir que, más allá del contexto local e internacional y de las coyunturas particulares, estas crisis tienden a ser autogeneradas por la propia clase dominante local.

 Las características de esta clase son hoy particularmente reconocibles: su tendencia a privilegiar la obtención de rentas de corto plazo en lugar de vincular sus beneficios con inversiones productivas de largo plazo; la diversificación de sus inversiones en diferentes sectores (“poner los huevos en diferentes canastas”) de modo de minimizar los riesgos, aún cuando en ocasiones esto desemboque en comportamientos contradictorios; la búsqueda de control o colonización de áreas del Estado de modo de realizar sus intereses a través de las políticas públicas, entre otras.  (...)

¿Estos comportamientos se verifican en el gobierno actual?

Tal vez lo nuevo del gobierno actual en relación con este aspecto tradicional, es que en la mayoría de las instancias de gestión, y sobre todo en el área económica, se ha incorporado a empresarios, directivos o funcionarios que acreditan trayectoria en grandes empresas privadas. 

Esto es observable en Energía, Transporte, Finanzas, Hacienda, Producción, Agroindustria, así como en otros ministerios, como  Cultura -gestionada por un funcionario con trayectoria en editoriales privadas-; Desarrollo Social y Medio Ambiente, donde varios programas son gestionados por ONGs tradicionales de perfil “asistencialista” y con proempresariales respectivamente.  (...)

Algunos de los problemas suscitados en estas áreas proveen algunos ejemplos que parecen casi de caricatura, como la renuncia de un funcionario del Ministerio de Energía que provenía de la empresa Exxon, en desacuerdo con la estrategia aplicada por el Ministro del área, con trayectoria en la empresa Shell.   (...)

El problema suscitado por esta incorporación directa de empresarios o directivos de empresa es transformar la gestión estatal en una arena de competencia oligopólica entre empresas, un fenómeno bastante alejado de lo que supone una administración racional del Estado.   (...)

Nada indica que los créditos que provengan del FMI no alimenten la fuga de capitales.  (...)

¿La crisis actual muestra diferencias con las anteriores, cuáles?

Entre los cambios registrados entre 2003 y 2015, se destaca la recomposición del centro de la estratificación social. Más allá de la persistencia, aunque atenuada, de la desigualdad entre la cúspide y la base de la pirámide, ya no se observa un quiebre en las clases medias sino una mayor homogeneización y una convergencia de ingresos entre diversos estratos sociales.

Por eso, la diferencia de la crisis actual es que enfrenta a una sociedad fortalecida luego de una mejora continua de los ingresos y la atenuación de las desigualdades. Esto es el resultado tanto del crecimiento económico como de la redistribución progresiva de los ingresos en los últimos tres lustros. (...)

Volviendo a las comparaciones entre crisis, lo que queremos  contrastar sobre todo son las respuestas de la sociedad. En 2001, el colapso institucional fue precedido por una intensa movilización social, promovida por los movimientos sociales surgidos algunos bajo la dictadura, como los de derechos humanos, y varios como respuesta al régimen neoliberal de los ’90, como los de los desocupados, trabajadores de empresas recuperadas, participantes de asambleas barriales, miembros de clubes de trueque y una infinidad de grupos que encontraban en la protesta en la calle una forma de manifestación de sus demandas. Visto este fenómeno en perspectiva, era el de una sociedad devastada por una década de neoliberalismo al que respondió a través de estos canales de movilización social.

La sociedad actual encuentra otro punto de partida. La sociedad argentina contemporánea ha recompuesto en el pasado reciente el centro de su estratificación. El predominio de clases medias asalariadas y de clase obrera en los conflictos laborales ofrece una homogeneidad de acción notable, orientada sobre todo por la dinámica organizativa de los sindicatos. 

A esta dinámica se agrega la de numerosos movimientos sociales, entre los que se destacan los vinculados con la economía popular, que buscan la confluencia incluso organizativa con los sindicatos. La elevada participación de los salarios en el ingreso es un índice clave del carácter de clase de las luchas actuales, que se realizan en torno a la puja distributiva.

¿Las respuestas de la sociedad han variado respecto de situaciones críticas del pasado? 

En términos comparativos, la sociedad argentina actual muestra poderosos diques de contención y defensa frente a las políticas de profundización del ajuste implementadas por el gobierno, a las que intenta agregar el respaldo del Fondo Monetario Internacional, pero que están ampliamente desacreditadas por la experiencia histórica y por varias corrientes sociopolíticas presentes en el contexto internacional, que objetan o rechazan abiertamente las estrategias del capital financiero. 

Si la sociedad argentina pudo recomponerse luego de una larga década de neoliberalismo, y esa experiencia ha sido tan reciente que cabe suponer un incremento de capacidad en términos de organización y aprendizaje colectivo, ¿cómo podría el gobierno seguir profundizando el ajuste económico para aplicar un modelo socialmente inviable?"              (Héctor Palomino  . Profesor de Relaciones del Trabajo en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Sin Permiso, 17/05/18)

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